Diario de León

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No tiene regusto amargo este domingo de despedida, porque es hasta luego, simplemente. Que viene mayo con las flores, junio con el Corpus Chico cada vez más grande, la Virgen de la Alegría a la vuelta de la esquina y en lo que el verano deja dos viajes a la playa y unas cañas de cerveza, el Encuentro Nacional de Cofradías devuelve a León tambores y cornetas. Haya paz.

Hasta entonces el mundo se ve de color blanco y morado. La Real Hermandad de Jesús Divino Obrero proclama hoy ante León entero la resurrección del Señor, que toca poner fin al luto y descubrir los capillos. La vida, como el vuelo de las palomas que hoy surcan la Catedral, es efímera pero intensa.

Abre cortejo la Santísima Cruz de la Esperanza, sigue San Juan Evangelista, completan como mandan los cánones Las Tres Marías y La Resurrección. El sermón forma parte intrínseca de la historia de la hermandad. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Y el de María Luisa Alonso, que en breve asumirá el cargo de presidenta-abadesa de la penitencial.

Para los más heterodoxos, finaliza el tiempo de la limonada. Para el resto de los mortales, es hora de hacer acopio de material y de buenas intenciones. Porque el año que viene ya no vale la excusa de la inactividad. El aliciente de volver después de haber vuelto. Ese será el argumento para el siguiente Viernes de Dolores. Es el 31 de marzo. Otra vez ‘tarde’, otra vez casi todas las procesiones en abril. Otra vez presumible (toca madera el arriba firmante) el buen tiempo. Y si no da igual. Lo importante es salir cuando todavía no se sabe cómo ha entrado en la gloriosa normalidad. Es la versión semanasantera.

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