A golpe de dieta
Alos profanos nos asusta bastante la llamada ‘deep web’. ese internet profundo, oscuro u oculto en el que pasan cosas a las que somos ajenos. Es el paradigma sobre cómo puede existir un submundo paralelo, otra realidad planetaria sobre la que apenas sabemos pero en la que quizá ocurren cosas que nos afectan en demasía.
Es algo así como lo desvelado estos días sobre el fútbol. Ha sido la sensación de que lo tantas veces temido y rumoreado se hacía evidente. Que algo tan aparentemente impoluto como el deporte es objeto de todo tipo de perversiones y trapicheos guiados por el nepotismo y la avaricia.
Recordaba ambos asuntos al escuchar este pasado fin de semana, en boca de una persona que ya ha cruzado el rubicón de ser jubilada, su indignación ante las noticias sobre los políticos sin sueldo. Existe otro submundo del que apenas sabemos, pero que llega a situaciones en las que un sindicalista del sector minero llegó a cobrar más en dietas que en la nómina por sus quehaceres.
En el país de la picaresca, donde para rodar Los Tramposos no hizo falta mucho decorado, es habitual presenciar escenas como las de trabajadores que salen corriendo —literalmente— detrás del jefe al dar por concluido el ‘meritorio’ de ese día. Pero existe un conflicto especial cuando se trata de dinero público. En unas instituciones a las que siempre nos dicen que no les llega. Sólo en la provincia hemos presenciado situaciones singulares, como la de un diputado que trasladaba su domicilio teórico para cobrar cada día el desplazamiento. Y qué decir de unos parlamentarios nacionales que, cuando se ‘profesionalizan’, acaban contando con residencia en Madrid pero facturan desde los lugares de origen. Quizá realizando el caso contrario, el de los políticos con despacho de dirección general para arriba, a los que cada día traslada un coche oficial —con viaje de ida a buscarlos, de vuelta hasta la sede, para repetir ruta por la tarde a devolverlos a su hogar y retornar a la cochera—. Un cuatro por cuatro cada jornada a cuenta del contribuyente , sin un mínimo de rubor, aunque la cosa ande por casi mil kilómetros cada día.
Cuando se pide que los presupuestos públicos se pongan a dieta para poder bajar impuestos se entra en esa fase del ‘no nos vamos a hacer daño’ ,porque en este trapicheo de las dietas, no hay partido que pueda tirar la piedra por estar libre...