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La última vez que hablé con Juan Diego lo hicimos, cómo no, de política. Asistía él a la presentación en el Congreso de un libro mío en el que contaba la anécdota de que fuimos detenidos juntos, además de con las actrices María Luisa San José y Aurora Bautista, en una manifestación por la libertad de los presos políticos. Franco había muerto hacía dos días y Juan Carlos I estaba siendo entronizado como rey en el Congreso. Supongo que se trataba de mostrar al mundo que nada había cambiado en España, que el franquismo seguía, a pesar de las tímidas alusiones del nuevo jefe del Estado hacia la apertura y la democratización. Nada mejor, pues, que detener a tres actores bien conocidos para que el planeta se enterase de lo que valía un peine por estos lares. Tuve la mala suerte, junto con otros dos periodistas, de acompañarles en esos momentos, y hala, todos a la temible Dirección General de Seguridad, hoy sede de la Comunidad de Madrid. Luego nos llevaron a las celdas de Las Salesas y allí, tras unas horas en las que nadie nos molestó, nos pusieron en liberad sin cargos, porque, efectivamente, algo había empezado a cambiar.

Le debo a Juan Diego una de las noches más divertidas de mi vida. Porque, mientras estábamos en las celdas, con fácil comunicación entre ellas, Juan no dejaba de hacer bromas, a gritos, dirigidas a la policía. Claro que Aurora Bautista contribuía a la fiesta; al ser preguntada por su filiación, respondió : «soy Juana la loca, Agustina de Aragón», las figuras históricas que ella había protagonizado en películas. Recuerdo que incluso algunos ‘grises’, que era entonces el color de los uniformes policiales, no sabían si reír o amenazar con escasa credibilidad ante el espectáculo de jolgorio, tan infrecuente en aquellas dependencias.

Por supuesto, me bebí muchos de los filmes de Juan Diego. Creo que vi Los santos inocentes tres veces. Luego le perdí la pista hasta que aceptó venir a la presentación de mi libro. Hablamos un buen rato: él, que había sido, como yo mismo, comunista ‘dilettante’, estaba decepcionado por la deriva política. Y eso que hablamos de una época relativamente tranquila, allá por 2015. No sé qué ideas hubiese albergado su ingenio burlesco e irónico frente a la nula coherencia política que padecemos.

Gracias, Juan, por aquella noche inolvidable. Y por tus películas. Y porque molestabas a muchos tratando de hacer un país mejor. Creo que no poco contribuiste a ello.