El ojo de un dios
Ahora dicen, quizá tarde o por aparecérseles la Virgen del Cuento, que el presidente Sánchez y la leonesa Margarita Robles también fueron espiados con el Pegasus que venden los judíos a precio de cojón de mico zurdo (¿qué más tecnología no tendrán y jamás venderán a nadie?; y no digamos rusos, chinos o americanos). Todos se espían. Y todos mentirán sobre ello. Nada nuevo, aunque de la vieja del visillo al sagaz espía hacker hay la misma distancia que de la rueda al reactor; la vieja lo sabe casi todo de su calle, pero el espía digital tapiza de satélites el cielo y fisga hasta en el gobierno más poderoso. Nadie libra de que le espíen, ni el país o corporación dueña de catalejo mirón que a su vez podrá ser espiada por quien le fabricó y vendió ese programa ladrón que en un instante te roba mil gigas de información del teléfono; y a saber cuánta no sería usada en tu contra. Es ese móvil que precisa el punto exacto en que estabas tú cuando mataron a una joven en Traspinedo, ese aparato del diablo al que te encadenas sin darte cuenta del chivato hioeputa que llevas en el bolso dándole chapa, datos y órdenes cada tres minutos y que te sirve de machaca y mascota a la que das todo lo que te pide. En fin, vendiste tu libertad a un futuro tecnológico como quien pone una cámara en su bragueta; y ya ves que no hay intimidad ni en lo más hondo de una mina abandonada. Un Gran Ojo es ese dios en su montaña con mil ojos más que te vigilan sin saberlo. Nadie escapa. Y tiembla: con la misma precisión que ponen el ojo ponen la bala; hoy los generales de brigada son ordenadores y cada misil lleva en su ojiva uno pequeñito, pero matón, muy matón. Y lo peor: nada que hacer contra el Gran Ojo, aunque imites al tipo del chiste que iba por la calle lanzando puñetazos al aire en todas direcciones con el índice tieso, sin cesar, y preguntándole el por qué de tanta inútil furia, alega: mi hijo, muerto con la moto; mi hija, violada; mi mujer, con cáncer; hoy me han despedido del trabajo... y como me han dicho que Dios está en todas partes, estoy a ver si le saco un ojo.