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Las desafortunadas declaraciones del presidente del Iberdrola, Ignacio Galán, llamando ‘tontos’ a los españoles acogidos a la tarifa regulada de la luz no es más que una muestra de un tipo de liderazgo obsoleto con el que se mueven por el mundo algunos gestores de los bienes de primera necesidad. En realidad, Galán confunde los términos porque lo que se deduce de sus palabras es que en este país hay gurús de la economía que tratan al resto de los mortales como si fueran tontos, que es parecido, pero no es igual que lo que dijo Galán en un ambiente amigable que le ríe la gracia. Desgraciadamente, de listos hay una gran lista de nombres en este país. Son los que piensan que los que no llegan a la cima de lo que ellos consideran el éxito es porque no se esfuerzan lo suficiente, no aprovechan las oportunidades o no tienen interés en escalar posiciones en ese mosaico social que han dibujado a su medida. Sobre que los demás son más tontos que nosotros suele haber un gran consenso. No hay nadie que piense lo contrario y los que se creen mejores suelen mostrar mucha condescendencia. En el caso de las tarifas eléctricas es muy complicado, complicadísimo, entender ese galimatías de franjas horarias y cambios constantes de los precios. La responsabilidad de gestor decente es informar correctamente, sin trampas, para que todo el mundo entienda cómo funciona el mercado eléctrico y sus cambios diarios, esos que tanto benefician a la industria y ponen en jaque a las economías de las familias.

Hay muchas personas que nos tratan a los demás como si fuéramos tontos, eso no se lo discuto al señor Galán, pero una cosa es que los listos de turno se crean más inteligentes que el resto, bien acomodados en sus redes de contactos y de apoyos mutuos, y otra es que sean tontos los consumidores sufridores de las constantes crisis económicas, los que se levantan cada mañana para trabajar por un sueldo mileurista que les permita cuadrar las facturas después de pagar el alto precio de la luz, el aumento del coste del carro de la compra del supermercado, la ropa que viste a sus hijos y la matrícula del colegio y la universidad. Esa burda mofa, con coro de palmeros, es nauseabunda en estos tiempos en los que las familias sufren las consecuencias de un sistema de establecimiento de precios tan poco fiable, entendible e insolidario. El Gobierno ha pedido a Galán que rectifique y le afea el desprecio demostrado a las familias, pero le toca mover ficha cuanto antes. Tras esta barrabasada colosal, Iberdorla anuncia una campaña para informar de las ventajas de la tarifa libre frente a la regulada por el Gobierno. Más empatía y menos soberbia.