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Las torres de refrigeración de la difunta central térmica de La Robla volaron con el impulso de casi una tonelada de explosivos. Los directores de la operación se felicitaron de lo bien que había salido la voladura. Todo terminó con la nube de polvo y cenizas que levantaron. La explosión fue el último llanto de la minería. Un quejido de apenas siete segundos. Destruir es fácil. O por lo menos rápido.

Algunas personas se preguntaron si era necesario hacer desaparecer las emblemáticas torres de hormigón, con la idea de que deberían formar parte del patrimonio industrial de León. Pero no ha habido ni debate al respecto. El instante de la demolición quedó reducido a un espectáculo. Un entierro apoteósico. Las chimeneas desaparecerán antes de que acabe el año y dicen que una factoría de hidrógeno verde, que necesita una planta solar de 400MW para funcionar, es el futuro. Son unas 900 hectáreas de paneles fotovoltaicos. Los fondos europeos del plan de recuperación y resiliencia y los terrenos para extender los paneles solares son las claves de este proyecto en el que Naturgy y Enagás tienen mucho que ganar. Otra cosa es que gane León. El riesgo para la Montaña Central Leonesa y para la Reserva de la Biosfera y la sospecha de que León siga siendo una ubre energética para el desarrollo de otros territorios son las debilidades de este proyecto.

Mientras proyectos de este tipo se dirimen en las altas esferas ministeriales sin que la población tenga acceso a su trascendencia, la gente de siempre, se arma de ganas e imaginación para volar sobre estos tiempos difíciles. Hace unos días en Valencia de Don Juan se celebraba la feria ibérica del queso con éxito de empresas y público. Queso y fados nos obsequiaron los sentidos con el sabor y los sonidos de dos tradiciones fusionadas. Coyanza lleva los colores de Portugal en su escudo por el linaje de los Acuña y la historia quesera de la comarca la escribieron los rebaños de ovejas estantes, los pastores que las ordeñaban y las mujeres que hacían de la materia prima en sabrosos quesos.

Ninguna gran industria ni verde, ni amarilla, va a venir a estas alturas a salvar la provincia. Los brotes verdes son el campo y la transformación de sus productos, el turismo, el polo químico-farmacéutico, las nuevas tecnologías y la economía de los cuidados. Una red que debe ser tejida como un cincho para obtener los mejores productos. León tiene tierra y agua. Paisaje y memoria. Tiene que plantearse si volamos con las alas que tenemos para despegar o nos hacen volar con la explosión que lentamente va deshaciendo y desdibujando la provincia. La cuestión la plantean los sindicatos esta semana, con apoyo de la sociedad civil, a través de un paro de dos horas que será solo simbólico. Porque el grito se quedará en casa. Como el derrumbe de las torres gemelas de La Robla.