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Editorial | La irresponsabilidad en la política energética por populismo pasa una costosa factura

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La irrupción de los nuevos partidos en el panorama político español generó unas ansias populistas que empiezan a exhibir con claridad las facturas que debe pagar ahora la ciudadanía. Gobernar a golpe de ocurrencia, de tuit, de subida o bajada en las encuestas acaba desembocando en irresponsabilidades que tienen consecuencias graves. Lo ocurrido con la política energética española es un buen ejemplo. El actual Ejecutivo dirigido por Pedro Sánchez no quiso escuchar las voces alertando sobre el riesgo de acelerar la llamada descarbonización. Se vistió el asunto con la consigna de «transición justa» y se cerró de manera drástica la histórica vinculación de la producción energética con la quema de carbón, que tuvo sus orígenes en los años 40 con la construcción de la primera central de Compostilla junto a Ponferrada. Se clausuraron las minas y también las plantas térmicas, con el beneplácito de unos grupos ecologistas que actúan como verdaderos lobbies y de unos partidos de ultraizquierda a los que les gustan de manera especial unas políticas trazadas desde puntos de vista ideológicos sin tener en cuenta la realidad a la que deben dar respuesta.

Resulta lamentable que mientras Europa ha mantenido el carbón para la producción energética, en España se liquidó el principal recurso autóctono. Y no debemos olvidar que sin que se hiciesen realidad los compromisos de ofrecer alternativas con la llamada «transición justa» para las zonas afectadas, como buena parte de esta provincia.

Ahora, el Gobierno ha tenido que facilitar la reapertura de tres centrales térmicas, algo que en el caso de León es imposible puesto que ya han sido desmanteladas de manera importante. Y en la factura de la luz que pagan los españoles llegarán cada mes las consecuencias de esa irresponsabilidad populista que supuso abandonar el carbón, lo que no hicieron ninguno de los otros países europeos de relevancia.

Sin carbón a la provincia se le apagaron las últimas luces. Y ahora hay que pagar un sobrecoste por aquella ‘cacicada’.