El rey Demérito
Pobre hombre el Pedro Campos, sólo tiene una gorra, la única que no apea estos días ante las cámaras ufano de salir en mil fotos y cien teles siempre con ella, una gorra «de gorra», de propaganda con chillón logo rojo en su frontis gritando la marca de una conocida firma de seguros. Pobre hombre y gentil anfitrión del rey Demérito, el rey que rabió, ¿no gana para otra gorra?... Y para mucho más, anotó Peláez, estate seguro de que aquí el paje, sólo por llevar esa gorra, cobra lo que tú no ganas ni en diez años, estas cosas van así, esa publicidad se mide y se tarifa, lo mismo que los chandals de marca que vestía Fidel Castro en sus últimos años por los que sin duda cobraba una fortunilla; y la publicidad de esa gorra cuesta un pico al hablarse aquí del gran impacto mediático que ha venido teniendo este bochorno nacional y la sonrojante reentré en suelo patrio del rey fugado, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela, su velero malandrín, que llamándose «Bribón» hace honor a tal botín.
Jamás se vio que Juan Carlos I despertara tanta irritación hasta en quienes han venido demostrando condescencia con su simpática pillería. Lo suyo ha tenido tanto de insolencia como nada de prudencia, disculpa o arrepentimiento y encabronando a la Casa Real por el brete en que la ha metido. Pura chulería. Quedó claro: el Demérito no quiso que su padre don Juan reinara y ahora se empeña en que tampoco lo haga su hijo Felipe, ya que de una sola tacada ha logrado que se haga republicano el reticente y hasta el alabardero, mientras la vergonzante bienvenida corporativa que se le brindó en Sanjenjo con su coro pelotero de vivas al Rey recordaba el final del Trienio Liberal en 1823, restablecido el absolutismo de Fernando VII, y escenificándose el fervor popular en Madrid al desenganchar los caballos de su carroza real para sustituirlos por personas del fervoroso pueblo que tiraron de ella. Entonces, en Sevilla y por seguidillas, se entonaba la consigna que hoy parecen añorar algunos: Vivan las cadenas, viva la opresión, viva el Rey Fernando, muera la Nació n.