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En la guerra de las élites contra el pueblo, perdemos por goleada; una felpa sin tasa, marca de la casa del supremacismo al imponer condiciones; siempre blandos con la espiga, siempre duros con la espuela; qué tiernos con el rocío. En la gloria eterna del imperio, que financian apaños directos de la Unión Europea, envían señales de debilidad. Les falta fósforo. Las élites flaquean. Gente que no se levanta del sofá, lleva ya días sulfurada por el toque a rebato contra el primer político que en 40 años de autonomía tuvo, al fin, un detalle de gestión con el sector primario leonés. Enseñaron la patita por debajo de la puerta, al colocar de ariete a un lobby de profesionales liberales paniaguados con la paguita de Bruselas; a través de siete redes intermedias, pero mantenidos. Por contextualizar, Bruselas es una franquicia de Davos; Davos es Soros y Soros, Bily Puertas. El resto, soldados de plomo. También los de la leña a Dueñas, que retó a la élite al replicar que qué era eso de las matanzas en León para satisfacer la sed de sangre de la UE y sus políticas agresivas a cualquier atisbo de productividad que no tenga que ver con el Limoges francés, la bendición del padre Macron, la licencia ambiental de alemanes de labios mustios y parlamentarios de Estrasburgo que encumbran las obras completas de Mortadelo y Filemón. Las élites dan señales de flojera. En un signo clamoroso de debilidad, vimos la vía de agua en mitad de la risotada. En plena era del desengaño, falta que encuentren impuestos para educación en un maletín rumbo a Alcorcón y Leganés. Qué iban a esperar que el pueblo se diera cuenta de que una cosa es comer y, otra, la etiqueta de emisiones en la luneta del coche; qué iban a esperar que Gallardo aclarara que insostenible tiene en su primera acepción el estado de las autonomías, en concreto la que tritura a León, mientras Von der Leyen extiende por los púlpitos la doctrina sostenible que se basa en pagar la bolsa del súper y apoquinar el ceodós a pelo de conejo para que los chinos y los rusos quemen carbón como se quema tabaco. El gato de lo sostenible es un tigre orondo que amenaza con zamparse al domador. No es por jalear, pero Vox le acaba de sacudir una señora patada al avispero de las élites.