Diario de León

Alfonso García

El gatillo de Ortega

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«¿Hasta cuándo triunfarán los dictadores?», se preguntaba en uno de sus Salmos Ernesto Cardenal, el hombre comprometido con los más débiles y oprimidos que veía en el sandinismo la liberación y se puso a su lado en la lucha contra la dictadura de Somoza. Sin embargo, el Frente Sandinista de Liberación, con su líder Daniel Ortega al frente, fue paulatinamente eliminado el estado de derecho en Nicaragua para convertirse en otra dictadura, tan cruel al menos como la derrocada, si es que hay grados de crueldad en las dictaduras. Es verdad que el sandinismo y otros movimientos de parecida índole inicial gozaron de la simpatía de millones de personas en el mundo, que seguramente hoy los detestan. Qué lejos, en este caso, de las enseñanzas e ideales de Sandino. El paralelismo actual con otros regímenes populistas de América es evidente, y las consecuencias de sus gobiernos nefastas para los derechos humanos y la calidad de vida. Solo hace falta mirar el mapa del continente para ver la realidad de violencia, represión y censura.

Con este triste panorama como paisaje de fondo, el ínclito Daniel Ortega, presidente de la República y uno de los gobernantes no monárquicos con más tiempo en el poder, ha cerrado por decreto la Academia Nicaragüense de la Lengua. Por sus santísimos c…, busque las sinrazones que quiera esgrimir. Una vulneración más que no conoce límites. El dictador siempre está en contra del pensamiento libre, porque entiende que pensar es un peligro y ve peligros por todas las partes, sobre todo, claro, ante las protestas sociales contra su régimen. Siempre los diablos meridianos permanentemente dibujados en el aire, solo en el aire. Un régimen de bárbaros que ya se sabe cómo reaccionan: muertes, cárceles, cierres, detenciones, exilio. Y los intelectuales, en cualquiera de sus manifestaciones, siempre en el punto de mira, sin ninguna intención metafórica, porque la violación de los derechos humanos ha adquirido un carácter sistemático y generalizado. Ahora me refiero al machete que corta la lengua del pueblo, metáfora, ahora sí, de la absoluta arbitrariedad. Daniel Ortega, el exrevolucionario convertido en dictador, y su esposa, Rosario Murillo, son el paradigma de la opresión, porque son conscientes de que carecen de legitimidad y no ven otro camino. Solo el gatillo, la razón suprema de los regímenes de terror.

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