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Aquel prólogo del verano marcaba el compás en cuatro tiempos ahormados en las palmas huecas de Pájaros de barro. No venía en el temario, ni falta que hacía, pero 24 años después mi recuerdo más cercano de aquella Selectividad se acoda en el pentagrama sobre el que Manolo García escribió una de las canciones más hermosas de la música española. No recuerdo que entró en Historia, ni de qué iba el relato del comentario de texto de Lengua, ni siquiera las notas de Matemáticas, pero cada año por estas fechas, cuando veo a los guajes a las puertas de las facultades con el capuchón de los bolis mascado por los nervios, me acuerdo de aquel mar que quedó lejos hace tiempo, mientras les escucho calcular las décimas a las que fían un futuro dependiente en algunos casos de la prueba en la que se plasma la asimetría de los 17 sistemas educativos de este país. Dónde naces tiene una importancia capital, cuáles son tus condicionantes socioeconómicos te limita pese a los intentos por corregir los desequilibrios, pero dónde haces la Ebau puede marcar para siempre la frustración de una vocación desatendida por la desigualdad del sistema de calificación.

La diferencia de nivel entre las pruebas de una comunidad a otra entretiene el debate político, en el que los que gobernaban no lo hicieron y los que gobiernan ahora no lo quieren hacer, sin que haya solución para los que continúan sometidos a un pasillo de acceso a la Universidad con dos velocidades distintas. La apuesta por un sistema educativo en el que el mérito se supedita a una falsa concepción igualitaria, en la que se abre la boca del embudo para que se avance de curso con asignaturas suspensas que nunca se recuperarán y lastrarán su formación, se corona con una Ebau en la que a los alumnos de las comunidades con un mayor nivel de excelencia se les carga con un traba adicional. Cada uno de las autonomías apunta un examen en el que los raseros se adaptan a la media de los alumnos, en lugar de que los estudiantes tengan que medirse en la misma escala con el resto de los que van a competir después para determinar, dentro de un sistema único para todo el territorio nacional, quiénes entran y quiénes se quedan fuera de una carrera para la que se han preparado durante años. Quieren que sean igual de mediocres que ellos. Habrá pájaros de barro que no podrán echar a volar.