Diario de León

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Ferraz es un mar de nervios desde el domingo. El complejo presidencial, lo mismo. El estrepitoso fracaso andaluz ha hecho saltar todas las alarmas. Incluso los círculos más cercanos a Pedro Sánchez están en shock. El tiempo de los disimulos se termina. El Gobierno es hoy un pollo sin cabeza, con un virtuoso del oportunismo al frente. Un presidente encantado de haberse conocido y siempre dispuesto a echar las culpas a los demás, entre otras miserias no menos peligrosas.

Sánchez ha hecho del PSOE una bomba de relojería. La familia socialista es una olla a presión y nadie puede asegurar que no estalle. Porque sus filas no saben cómo salir del atolladero. Ver a Adriana Lastra o Rafael Simancas al frente del comité anticrisis causa pavor. «¡En qué manos estamos!», señala un importante dirigente. Las crisis de los partidos las abren los ciudadanos cuando dejan de votarles y las cierran ellos mismos apoyándoles de nuevo en las urnas. Pues bien, los socialistas se despeñan y nadie sabe cómo frenar su caída.

Los barones son muy conscientes de que la organización en su conjunto pasa por uno de sus momentos peores. El fantasma de repetir el hundimiento de José Luis Rodríguez Zapatero está cada vez más interiorizado. De momento, optan por esperar para no regalar nuevas bazas al PP. Los principales referentes de Sánchez intentan convencerle para que dé un impulso al proyecto. Algunos están convencidos de que la coalición con Podemos es un lastre igual o mayor que la compañía de ERC y de Bildu. El hartazgo con el socio minoritario es creciente.

La petición del presidente del Gobierno en la Ejecutiva Federal del lunes, en el sentido de echarse a la calle o hacer más pedagogía sobre su gestión, sonó a un parche que dejó fríos a todos. Les basta con recordar que Sánchez sale encapsulado de su Palacio ante el riesgo siempre presente de ser abucheado por el español de a pie. Colaboradores del jefe del Ejecutivo admiten que «el clima adverso es muy alto».

De hecho, las estrategias del presidente han fracasado estrepitosamente en Andalucía. Y el revés es de consecuencias demoledoras. También por el mal diagnóstico sobre la realidad, porque nunca se quiso creer en una contundente victoria de Juanma Moreno. Hasta el mismo domingo, el núcleo duro del sanchismo transmitía con convencimiento que era imposible la mayoría absoluta del Partido Popular. Resulta muy llamativo y preocupante para un partido como el PSOE lo lejos de la realidad que está La Moncloa.

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