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El rey está desnudo pero en el PSOE nadie se atreve a decirlo. De momento. El hundimiento del partido en Andalucía, donde ha sufrido una derrota sin precedentes a manos del Partido Popular en un territorio en el que había gobernado durante cerca de cuarenta años, por pura coherencia política, más pronto que tarde, acabará generando algún tipo de corriente crítica.

Como las que convivieron en el PSOE en otros momentos de su historia. Hubo una Izquierda Socialista estatutariamente aceptada como corriente de opinión y los más veteranos del lugar recordaran que en tiempos de Felipe González la FSM, la Federación Socialista Madrileña, no pocas veces se declaró claramente insumisa.

Eran otros tiempos, se dirá. Y es verdad. Pero hablando del pasado, no hace tanto que el propio Comité Federal defenestró a Pedro Sánchez apartándolo de la secretaria general.

Después Sánchez cobró fuerza y volvió para tomar revancha apartando enemigos y colocando afines en los puestos clave de la organización.

Fuera de pequeñas críticas en boca de algún barón regional —Lambán, García-Page—, en el PSOE actual no se escuchan voces disidentes. De aquél: «el qué se mueva no sale en la foto «,de los tiempos de Alfonso Guerra , con Sánchez se ha pasado a que quien critique al líder se queda fuera de las listas de las próximas elecciones.

Y para muchos dirigentes actuales que no han tenido nunca otro trabajo la política es su forma de vida. El caso de Adriana Lastra es paradigmático a este respecto.

El Palacio de La Moncloa controla y Ferraz toma nota, pero es cuestión de tiempo que poco a poco se abra paso un proceso de autocrítica al respecto de la deriva seguida por el partido desde que cayó en el culto a la personalidad del secretario general.

Un proceso que culminará con la aceptación de lo que para muchos ya es una evidencia: Pedro Sánchez es un lastre.