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Mezclando unas adecuadas dosis de soberbia y palurdez, suele salir un secesionista de provecho. Luego, lo sueltas, le proporcionas algo de poder, y te maravillarás de las catetadas que podrá llevar a cabo, bajo la consigna de «Donde hay una solución, yo encuentro el problema». La última exhibición ha sido la catetada de los secesionistas catalanes, que se han cargado la posibilidad de que los Juegos Olímpicos de invierno de 2030, se celebrarán en los Pirineos. La candidatura conjunta de Aragón y Cataluña era imparable, pero el secesionista catalán no podía rebajarse a compartir con Aragón, cuando ellos, con la mitad de pistas, se bastan y se sobran.

Pero nos acecha la catetada vasca, porque los vinos de Rioja Alta van como un tiro, pero ellos quieren cambiar el éxito por una denominación diferenciada, «vinos de Alava» o algo así. O sea, que a un rioja de Laguardia, le pones el nombre de «vino vasco de Alava» e inmediatamente se convierte en un chateau borgoñés.

En contra de la aldeana idea están la mayoría de los viticultores de Alava, pero como es una bandera del PNV, me temo que la catetada saldrá adelante, una de esas tardes en las que Pedro I, El Mentiroso, necesite los votos nacionalistas para alguna de sus leyes salvadoras.

Bien, pues como consumidor prometo que, si la melonada sigue adelante, devolveré en el restaurante cualquier vino de La Rioja Alta que venga con la etiqueta de vino de Alava, y que haré la campaña al alcance de mis modestas posibilidades para que amigos, familiares, conocidos, y público que llegue a leerme o escucharme, haga lo mismo. Me consta que es injusto. Y la patada de los clientes la recibirán los honrados viticultores de La Rioja Alta, que no tienen la culpa, pero de alguna manera nos tendremos que defender ante tanta insolidaridad, tanta soberbia, tanta arrogancia y tanta tontería que sólo sirve para complicar la vida a los ciudadanos que les pagan el sueldo.