Nepo, la dignidad del saber
Alguien escribió que solo la muerte es capaz de iluminar una vida. Algo debe de tener de verdad, desgraciadamente, la afirmación, puesto que se convierte el momento en una puesta en valor frente a la sordina diaria de sus empeños, realidades y descubrimientos. Es una suerte impagable haber coincidido en la vida y en la amistad con tantas personas que a su integridad personal añaden el don de la sabiduría y la humildad de compartirla, lo que significa una aportación que enriquece a la sociedad que ha tenido esa suerte.
Este es el caso de Miguel Ángel Nepomuceno, Nepo entrañable y siempre dispuesto, el amigo fiel siempre comprometido, el sabio prolífico que siempre traía algo entre manos y esperaba el último dato para cerrar un hallazgo. La sabiduría compartida y humilde en tantos campos como su inquietud iba abriendo. Interesado por todo, buceador de mil historias apasionantes, permanentemente inquieto, sabio por esfuerzo y dedicación, trabajador infatigable. La curiosidad que alienta. Uno ha tenido la suerte de recibir sus enseñanzas y desvelos en largas conversaciones en que desgranaba las rutas de los caminos que iba desbrozando con paciencia, perseverancia y rigor. Y con una alegría y pasión contagiosas. Durante cerca de cuarenta años cualquier encuentro con él, además de un aliciente, era motivo de agradecimiento. Sus múltiples registros —prolífico como consecuencia— han quedado atrapados en periódicos, revistas, libros, encuentros… Forman ya parte, muy indudablemente, de las referencias históricas de esta tierra y de las que no tienen fronteras.
Me cuenta Lola, su inseparable bondad, que desde hace tiempo Nepo soñaba con dejar una réplica de uno de sus grandes hallazgos como testimonio vivo de riqueza y referencia inevitablemente universal. Sería un hito también para mantener su memoria vinculada a una obra de prestigio, en el contexto, además, de una generación que tanto ha enriquecido, desde el silencio y la humildad, la realidad, oculta tantas veces, de este territorio que tanta suerte ha tenido con personas como él.
Además, haciendo gala, sin ninguna ostentación, de independencia, coherencia y dignidad. Hay elegancias que no suelen certificar las crónicas. Fue la amable serenidad, sin renunciar a la fortaleza de sus convicciones.
Gracias, Nepo, Miguel Ángel amigo.