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N osotros, que nos creemos tanto ... creyendo tener de todo, no tenemos ni diez palmos de tierra con su naturaleza virgen, con su flora y fauna original, aquello que un día fue y que debería mantenerse intacto, al menos un trozo, un relicario, a fin de que los descendientes puedan verlo un día y no imaginarlo. Hablo de un lugar de buena anchura con unos cuantos montes y sus vallinas para dejarlos vírgenes sin que sean atravesados (violados es más preciso) por sendas ni pistas ni tendidos eléctricos ni postes ni antenas o pastos de ganado, ni mucho menos por gentes de a peón, en bici, motoreta o granrobler; un lugar donde el viento sea el único cantante a dúo con la pandereta o el silbato de las hojas; y ahí los bichos van a su albedrío sin que nuestra presencia y estridencia les agite o desquicie; un lugar donde las plantas no conozcan la guadaña o el podón, ni los árboles el hacha, pudiendo así volver a su antes, a morir de pie con honra, y alguno por el rayo que le elige por su altura arrogante haciéndole carbón el alma. Un lugar que Sindín Palmira llama «Tierra de Nidiós» recordando a García Calvo en boca de Amancio Prada: « pero no mía, ni de Dios, ni de nadie, ni tuya siquiera »... sólo suya, tierra libre del hombre y de su huella, aunque en el aire aún será huella atufada; pero a ras de tierra el catecismo natural será la única doctrina. Y todos los demás, y lo de más, mejor cuanto más lejos. Ahí no se entra. Eso ni se toca.

Hay que buscar ese lugar e imponerse la necesidad de dejarlo en herencia como una mínima reserva de vida original, un islote en el que sobrevivan en su norma los leoneses que lo fueron antes que tú y tus tatarabuelos ataporcanos o astures: el roble, el oso, el milano, la encina, el haya, la comadreja, el tejón, la marta, el piorno... y habrá que agradecerle a la despoblación que lo haga más fácil; ese será nuestro banco biológico, una cámara acorazada de lo germinal, una especie de arca de Noé varada que sobreviva a nuestros diluvios de insensateces. Y si nadie entra en ella, su paz y su guerra natural alentarán alguna esperanza.