Julio olvida
Nadie de nuestro entorno evocó anteayer la efeméride que grabó la fecha del 18 de julio en la nostalgia del vencedor y en la pena airada del vencido. Tampoco los medios se esforzaron en recordarlo (pa qué), más preocupados por el Alzamiento Nacional del fuego montés y el Movimiento de la inflación que nos llevará por el camino de la amargura recesionada en cuanto acabe el verano, según advierte Funcas (centro de análisis de las cajas de ahorro, un think tank lo llaman dedicado a la investigación económica y social). Es como si julio se fuera olvidando ya -el tiempo es lija- de la gran fecha que quiso consagrar con sangre el mito de las dos Españas, aunque algunos hablen ahora de una tercera traída muy oportunamente para alojar o exculpar a los mirones y a los del «quietos hasta ver». Y a ver, sólo hay una España, aunque ocurre que es bipolar y eso explicaría el cainismo que rebrota en ciclos desde que Viriato lo estrenara oficialmente colocando a unos astures contra otros o a lusitanos contra vetones o vaceos.
Julio va olvidando su 18, pero no quieren hacerlo el abad y los monjes de la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos (¿y de los abatidos, empujados o encunetados no?) que volvieron como cada año a celebrarlo con una misa solemne que bendice el Alzamiento (el alcázar no se rinde y su auxilio está en el nombre del Señor). Seguramente será el último año que puedan hacerlo. Con la aprobación de la Ley de Memoria se esfumará su estatus jurídico y los benedictinos abandonarán esta plaza fuerte. Va a haber mucho lío y reguerada de ruido. ¿Y qué habría dicho su primer abad, fray Justo Pérez de Urbel? Le entrevisté en 1973 para este Diario y me atreví a preguntarle si era cierto que en un principio le escribía los discursos a Franco. No titubeó y con severa sinceridad dijo « políticamente he sido utilizado por el franquismo ». Lo convertí en titular bombazo y hubo larga réplica nacional, dada la categoría del personaje y que el Caudillo aún vivía para recibir el sopapo. El actual abad debería repasar algo a su antecesor.