La agenda de Sánchez
Prescindir de Adriana Lastra ha sido una manifestación del pánico provocado en la cúpula del PSOE tras la debacle sufrida en Andalucía. Sánchez aplazó la liquidación de Lastra por sus compromisos de agenda: la cumbre de la OTAN y el debate sobre el estado de la Nación. Siendo ciertas las desavenencias entre Lastra y Santos Cerdán, el secretario de organización, no es menos cierto que de haber ganado en Andalucía, Sánchez no habría movido ficha. No tiene amigos permanentes, sólo intereses permanentes. En esencia, mantenerse en el poder a cualquier precio.
En su día sacrificó a Juan Carlos Campo, ministro de Justicia, tras haberle encargado un revisión de la ley para suprimir el delito de sedición —lo necesitaba para contentar y conservar como socios a los separatistas de ERC—. A Lastra la encomendó la cocina del pacto con Bildu, otro sapo político de mucho cuidado. Otro tanto pasó con José Luis Abalos a quien le tocó el «Delsygate» y después fue fulminado. Por no hablar de Iván Redondo, el artífice de la conexión con Pablo Iglesias que fraguó el bloque parlamentario de la moción de censura. Quien se acerca a Sánchez está condenado a desvanecerse por el camino.
Hace un año, por estas fechas, remodeló el Gobierno liquidando a figuras de tanto arraigo en el PSOE como la vicepresidenta Carmen Calvo-quien parece que todavía está esperando una explicación, el porqué de su destitución—. En aquella criba, además de Abalos y Campo también cayó Isabel Celaá que creía que tenía asegurada la poltrona tras haber perpetrado la ley de Educación que lleva su nombre. Por no hablar de Arantxa González Laya que pagó con el cese el haber facilitado la entrada en España de Brahim Gali, líder del Frente Polisario. Con Pedro Sánchez como presidente ningún ministro va por libre, todos cumplen sus indicaciones, pero si las iniciativas del jefe salen mal, el jefe sigue y ellos se quedan por el camino.
Dentro de poco, probablemente a la vuelta del verano, puede que sorprenda con otra remodelación del Gabinete colocando a algunas de las ministras como candidatas del Partido Socialista a las elecciones autonómicas (en Aragón, Castilla La Mancha) o a la Alcaldía de Madrid. Es cuestión de agenda.