Sin ninguna explicación
Ni la dio ni se la pidieron. El secretario general del PSOE reunió al Comité Federal no para explicar los cambios de calado que ha hecho en el mismo ni las razones que lo motivan ni, tampoco, para pedir la opinión del máximo órgano socialista entre Congresos ni, mucho menos para pedir la aprobación o convalidación de estos nombramientos y el cese de los nombrados hace apenas nueve meses. Es más, veinticuatro horas antes de convocarles, todos su miembros sabían ya por los medios de comunicación quiénes no seguían y quiénes eran «los nuevos». Es más, cuando Sánchez llegó a la reunión lo hizo rodeado del nuevo equipo.
Pero lo que más me asombra de todo es que nadie, absolutamente nadie, le pidió explicaciones. No hubo ninguna crítica. Muchos menos autocrítica. Nadie preguntó por qué los cambios que hace nueve meses venían a dar sangre nueva al partido, ya no valían. Nadie quiso saber por qué se crea un comité director que se confunde con el aparato del PSOE o cómo van a realizar sus tareas en el PSOE y en el Gobierno dos ministras que en cada cargo deberían tener dedicación exclusiva por la exigencia de los mismos. Nadie preguntó sobre la difícil relación con Unidas Podemos ni por las relaciones peligrosas con ERC, PNV o Bildu y el daño que les puede hacer en las próximas municipales y autonómicas. Bajaron la cabeza, aplaudieron y se fueron. A ver quién se atreve si quiere seguir donde está.
No es solo el PSOE. Ya hemos visto lo que pasa en Unidas Podemos, desgarrada en luchas internas, haciendo la guerra cada uno por su cuenta y con episodios bochornosos como los viajes y los ceses y nombramientos de militantes por disputas ideológicas. O en el PP, con el derrumbamiento de Casado y el nombramiento de Feijóo. O en Ciudadanos que avanza imparable hacia la autodestrucción sin que los militantes tengan voz ni voto. Y otro tanto sucede en Vox, en el PNV, en ERC, en Junts y no digamos nada en Bildu. Por los ciudadanos, pero sin los ciudadanos. Por los militantes, pero sin ellos. No es de extrañar que lo que preocupa a los ciudadanos -el coste de la vida y el empleo- importe menos a los políticos que alcanzar el poder y mantenerlo al precio que sea. Hay que regenerar la democracia con urgencia si no queremos ser Italia. No estamos tan lejos.