En el tejado de Feijóo
Son muchas las páginas por escribir del liderazgo de Alberto Núñez Feijóo. Además, tendrán interés. Ahora mismo parecen muy gratas, tanto para el PP como para millones de españoles. ¡Caramba, quién iba a decirnos que, en tiempos de tantos calores, iban a ser la centralidad, la moderación y la seguridad lo que la gente consideraría progreso de verdad! Bajo esas premisas, desde luego, el presidente del Partido Popular es un valor seguro. La demoscopia dice que va al alza. Y ello también dispara la confianza y la ilusión. Ha bastado ver que existe una alternativa real a Pedro Sánchez para que se abriese una autopista hacia La Moncloa. No se puede discutir que le ha sentado bien al centro-derecha tener a Feijóo a los mandos. Y, si la dinámica sigue su curso, muy difícil lo va a tener Sánchez para darle la vuelta a un escenario tan adverso para sus intereses.
El cambio de ciclo está en marcha. A mí me parece que no hay vuelta atrás. Aunque doctores tiene la Iglesia. A diferencia de los conflictos, líos innecesarios y golpes autocráticos en el PSOE, el PP afronta esta etapa con la sensata voluntad de integrar mayorías. La pelota está ya en el tejado de Feijóo. De él va a depender que siga ahí. Porque si algo le ha venido sobrando al español medio son meandros populistas que no conducen a parte alguna. El secretario general del PSOE, ya en modo electoral, ha buscado presentarse como látigo de los «malvados» bancos y de las «avaras» energéticas. Su decisión ha sido golpearlos con nuevos impuestos. Es un intento desesperado de despertar a sus votantes que va acabar en la melancolía.
Tanto es así, que el presidente del Gobierno ha dado la orden de llegar a su balance del curso este viernes próximo con la redacción de esos tributos ya registrada en el Congreso de los Diputados.
Así demuestra Sánchez, otra vez, su incapacidad para estar a la altura que el reto le reclama, con una inflación histórica que supone un acelerador de pobreza, exclusión y desigualdad. Palabras mayores para alguien dedicado a buscar golpes de efecto propagandísticos.
La crisis en las familias es contante y sonante. Nadie, ni políticos, ni analistas, ni economistas tienen que explicársela a quienes la sufren. La viven en sus casas. Cada día. Basta salir a la calle o entrar en un bar para comprobar cómo crece el enfado con el Gobierno. Y los electores socialistas de toda la vida, esos que siempre han mantenido con su alma el puño y la rosa en las urnas, no están fuera de esta realidad.