Diario de León

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Después de millones de dosis de vacunas anticovid cargadas de esperanza llega el pinchazo del miedo. Un nuevo capítulo de la serie más estremecedora que hayas visto jamás: ‘El acabose’, el reality show de la vida real en todas las pantallas. Unos misteriosos pinchazos, que se han asociado con prácticas de sumisión química y recorren Europa de norte a sur, atemorizan a las mujeres como el fantasma de un violador.

Las discotecas, bares y cualquier lugar de ocio se han convertido en espacios del miedo para las mujeres, sin que se sepa nada de quienes los perpetran, si tienen un modus operandi específico y un objetivo concreto, si se trata de una banda o son individuos aislados que perpetran conductas de imitación por perversa diversión. El caso de una joven leonesa que denunció en Comisaría un pinchazo que resultó ser de un insecto muestra hasta dónde ha cuajado el pánico.

El pinchazo del miedo no solo puede desalentar a las chicas a salir de fiesta y desafiar a la lucha feminista con una nueva forma de violencia hacia las mujeres. Es un ingrediente más de una sociedad que cambió la aspiración por el progreso infinito de los años 60, con el optimismo que generó la llegada a la Luna y la era pop, por el pánico permanente. El siglo XXI comienza con el atentado yihadista de las torres gemelas el 11-S de 2001, seguido por una estela de terror en  las grandes metrópolis, la pandemia, la amenaza nuclear y el planeta en modo volcán.

Veintiún años después asistimos a las profescías del acabose como espectadores impasibles mientras Nancy Pelosi se burla de los chinos en Taiwan, Borrel nos vende las bondades de que Europa arme a Ucrania, obedeciendo mansamente a míster Biden y el séquito del fracking que hace negocio con el gas y los gobiernos nos amansan para un invierno duro cuando acabe el último verano. Los pinchazos del miedo que nos llegan vía alertas informativas redactadas en formato de thriller, como manda el algoritmo, nos trasladan el mensaje de que todo está perdido, que que nada podemos hacer. El miedo produce parálisis y no es libre, no. Nos hace esclavos. 

Es mentira. Siempre se puede hacer algo. Se puede y se debe. El paraje Las Huertas de Abajo, en La Milla del Páramo, una pequeña Amazonía en el Páramo, pide a gritos su salvación frente a un proyecto de parque fotovoltaico que promueve la Comunidad de Regantes, con el respaldo del Itacyl, para alimentar con energías renovables las instalaciones de bombeo para dar el agua a los agricultores. 

El acabose será más que un show si consentimos que cundan proyectos incoherentes que se cargan pequeños y grandes pulmones del planeta en nombre de las energías limpias. Y si no entendemos que somos parte del cambio necesario. 

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