Menos es más
No hay que atribularse tanto, Nicanor, ni gastar energías en bufar o injuriar a gobernantes por tener que gastar menos agua, menos luz, menos aire polar, menos coche. El «menos» es lo mejor muchas veces. No pocas riquezas y grandezas nacieron de un «menos», de un desprenderse. Tuvo razón al arquitecto Mies van der Rohe con la máxima más corta y robusta en significado que oyó a su mentor: Más es menos; y aunque él la aplicaba a la arquitectura, le valió después al arte (el minimalismo pilló) y vale aún más para la vida porque, en realidad, son más las cosas que sobran que las que faltan (menos ropa en el armario es más espacio dejándote de perchas tras la puerta; menos luz en bombillas redundantes es dinerito contante en tu faltriquera; menos tripear es más tripita de avispa).
Pero este es el tiempo del todo vale y de la prisa idiota bajo un mandato que algunos lo petan y los demás lo intentan malamente: Cuanto más, mejor... más dinero, más casas, más lujo, más placer, más despensa... ¿y si se agotan las fuentes?... ¡detrás de mí, el diluvio! Sólo hay una cosa en esta tierra y vida en la que el menos nunca será más: el agua. España ensaya ahora mismo lo que vendrá, tiempos de cardo y alacrán, de polvareda y aljibes vacíos con carreras por ir bautizando Riosecos por doquier. Habrá azadonazos por un quítame allá ese riego y se multiplicarán los bárbaros exigiendo barbaridades como ese ganadero leonés que hace unos días proclamaba en los medios su solución magistral: regar las praderías con el intocable caudal ecológico de los ríos para que haya pasto, lo que significa «riego a manta», es decir, anegar, despilfarrar... y agotar; y no pasa nada si los ríos se secan, porque así fue toda la vida en cada verano, apostilló ese jenízaro como ensayando su suicidio suicidando a todo lo demás. Las guerras por el agua ya no son una ficción. Y pasado mañana por la mañana la necesidad de apresar y reservar el agua ya no generará tanto debate con rasgón de vestiduras. La sed y la sequía muerden más. Y volverá el botijo... con un aire incondicional llamado abanico.