Lo autóctono
De un tiempo a esta parte, las ciudades, los pueblos e incluso algunos parajes inhóspitos se han llenado de los más variados centros de interpretación, memoria o de promoción de todo tipo de cosas. Es la penúltima oleada dentro de esas modas que se extienden como los hierbajos por todas partes, si no se tiene cuidado.
Son enclaves que, en ocasiones, incluso responden al interés por colocar a algún afín. Sitios con balances de visitantes vergonzosos aunque con facturas —de gastos ordinarios y de personal— que se pasan puntualmente al cobro a las administraciones públicas.
Probablemente tenemos bastante culpa los medios de comunicación, al apoyar peticiones o campañas de dudoso valor o interés. Pero lo cierto es que la realidad del turismo es la que es, y en un momento dulce resulta imprescindible apostar por lo relevante, por lo autóctono de verdad, por aquello que sí tiene atractivo frente al omnipresente centro de divulgación del ‘botijo con doble orificio de entrada y salida’.
En el seno de la Iglesia existe un permanente debate sobre el cobro por el acceso a sus templos, especialmente a las catedrales. Hay de todo en el panorama nacional. Y la disculpa es fácil. Lo recaudado se usa para financiar su conservación. Pero hay pocos casos entre el cero (Madrid o Santiago de Compostela) y el sablazo —con los precios actuales calculen el costo total de entrar una familia o un grupo de amigos con cuatro componentes...—.
En León, el conformismo, como en otros tantos asuntos, merma las posibilidades de captación de turistas. Quizá tenga algo de morir de éxito. Las vidrieras de la Catedral, el Panteón Real de San Isidoro, o más modernamente la exitosa marca Gaudí facilitan canales en los que, sin duda, se echa mucho en falta un Hostal de San Marcos en condiciones. Picos de Europa, Ancares, el legado templario de Ponferrada... hay muchas cosas pero poca capacidad para ponerlas en valor.
La vía Gaudí de Fundos puede ser fundamental visto lo que ocurre en estos momentos en Cataluña. Y más teniendo en cuenta que si Botines fu una obra de juventud del arquitecto de Reus también lo fue La Virgen del Camino para el escultor Subirach, hombre clave tiempo después en la construcción de la Sagrada Familia, uno de los monumentos más visitados de España.