Dando cera al cura
El correo de un viejo condiscípulo, párroco hoy en el tirado barrio de Batahola, Managua, reclama mi voz para lo que está pasando en Nicaragua. No reprime su indignación. La alarma tiñe su texto. El viernes, Daniel Ortega (mal haya también su mujer) ordenó detener al obispo de Matagalpa , cinco curas, tres seminaristas y dos laicos, acusados de terrorismo y cobijar a delincuentes. Llevamos tres años, me dice, de incesante hostigamiento, prohibición de actos religiosos, expulsiones (400 curas son extranjeros y están obligados a renovar cada mes su permiso de residencia), ilegalizando organizaciones religiosas y laicas acusadas de blanqueo y colaboración con los subversivos. La detención de este obispo le colma la indignación. Pero su asombro es que el papa Francisco no haya dicho nada aún, ni protesta ni condena. Si no lo hace este domingo en su Ángelus, concluye, pensaré que consiente o comparte, por más que se diga que la discreta diplomacia vaticana está haciendo su trabajo en otro plano. Y a vuelta de correo le prometí mostrar aquí tanto atropello contra curas que se atreven a denunciar los totalitarismos de aquel régimen, curas a los que hoy Ortega no deja de darles cera.
Pero es curioso, hace 40 años el clero nicaragüense simpatizó en gran medida con el sandinismo al prometer justicia y sensibilidad en aquel reino de los pobres; o militó ahí como el cura Ernesto Cardenal, ministro y pensador poeta al que humilló Wojtyla suspendiéndole a divinis , condenándole después a las tibieblas el propio sandinismo (si a ninguno de los dos les gustaba, habrá que leerle, ¿no?). Y le pregunté a mi amigo si aquel viejo clero desengañado ha dado paso a curas más derechizados y que, al igual que se hizo encendidamente en décadas pasadas en un sentido, también hoy los curas siguen subiendo la política al púlpito y disparan su malestar invocando el mandato evangélico de la « denuncia profética » que tanto se invoca allí desde que cayó Somoza. Espero su respuesta, pero por lo que tarda estoy seguro de que será extensa. Él conoce. Lleva allí treinta años.