Cerrar

Creado:

Actualizado:

Yo tuve un jefe estupendo que tenía un defecto. Cuando iba a dar una rueda de prensa se saltaba el tema previsto y se iba por otros derroteros. Tengo que reconocer que a veces acertaba, pero nos ponía de los nervios a quienes habíamos preparado con él el encuentro con los periodistas. Ya saben el chiste ese de dos vascos que van al bosque a buscar setas, uno encuentra un rolex y el otro le dice, «¿pero, Patxi, aquí a qué hemos venido, a buscar setas o rolex?. Tira eso».

Otro clásico es el de tantos políticos o empresarios o directivos de clubes de fútbol que cuando les interpelan, responden: «me encanta que me haga usted esta pregunta» y, a continuación, responden lo que les da la gana y nunca lo que les habían preguntado. Entre eso y las ruedas de prensa sin preguntas, que son insulto al periodismo, no es fácil ejercer esta profesión.

El presidente del Gobierno es un experto en ese manejo de evadir lo que toca y hablar de lo que le interesa para que el debate no vaya sobre las carencias del poder o los problemas reales, sino sobre asuntos que distraigan la atención de lo importante. Y los periodistas le seguimos la corriente.

Aprovechando que está de vacaciones en Lanzarote, en La Mareta —por cierto, un regalo del Rey Hussein de Jordania al rey Juan Carlos que éste donó al Patrimonio Nacional— ha dado un paseo por la isla de La Palma para comprobar cómo va la reconstrucción. Es su décima visita y hay que alabar esa constancia y esa preocupación si no fuera por dos cuestiones: una, que muchos palmeros siguen en la misma situación de precariedad que tras la erupción del volcán; y dos, que en lugar de hablar de eso, el presidente aprovechó la visita para hablar de la creación de un Centro Nacional de Salud Pública y para criticar —qué raro— el obstruccionismo del Partido Popular en la renovación del Consejo del Poder Judicial y su falta de apoyo al decreto energético. Y a negar una inminente crisis de Gobierno, pese a la incapacidad de éste de hacer frente a los problemas de los españoles. Y de estas tres cuestiones es de lo que hablan los periódicos y los telediarios en lugar de hacerlo de la desatención, tantos meses después del final de la erupción, hacia los ciudadanos de La Palma.

He leído un pequeño y divertido poema —creo que el autor es Pedro Luis Pérez de Paz— que cuenta así la visita del presidente: «Alegre marcha triunfal/ la comitiva sonriente/ dando coba al presidente/ por la calle principal./ Saludan al personal/ a la izquierda y la derecha/ pronto tocará la fecha/ en que vengan/ a pedir/ apoyo para seguir/ otro período en la brecha». Fue a por setas, pero sacó el rolex. Era más importante la foto que los problemas de la isla. Era más importante volver a echar la culpa de todo al PP que afrontar la gobernación.

Once meses después de la erupción y siete después de su final, decenas de familias aún no tienen vivienda —lo más urgente sin duda alguna—, no han recibido las ayudas comprometidas ni han sido indemnizados por la pérdida de sus fincas o propiedades. Lugares como Puerto Naos o La Bombilla siguen bajo los efectos de los gases tóxicos y sin que los vecinos puedan volver. El dinero que ha llegado se está gastando sin la necesaria planificación previa o sin la valoración de las necesidades reales, presentes y futuras. Y los operadores jurídicos siguen prestando ayuda jurídica a grupos de afectados o trabajando con los bancos para la suspensión del pago de hipotecas o sobre denegaciones de auxilio y ayudas que siguen llegando en masa.

España se volcó con la Palma cuando sufrió la terrible erupción y no debería olvidarse ahora de sus ciudadanos. Y el Gobierno, todas las administraciones públicas, harían bien en estar a lo que se necesita de verdad allí, a regenerar el daño y auxiliar a las personas, no a aprovechar la tragedia para sus paseos o sus intereses partidistas. Hay que elegir: setas o rolex.