Gloria al tapaculos
Ya empieza a ser tiempo de ellos. Incluso lo adelanta la pertinaz sequía que atormentó a Franco principiando su dictadura y atormenta hoy a medio mundo desecando ríos, esfumando embalses o carbonizando montes. Ahora es cuando se colorea un tesoro bermellón esparcido en abundante por todos estos campos, fruto que poca gente sabe valorar y aún menos aprovechar, aunque diciendo que de ahí sale la rosa mosqueta , al lector avisado -más bien lectora- se le abren los ojos como quien descubre una orza llena de monedas, pues medicinalmente es oro el aceite esencial obtenido del fruto del rosal silvestre o rosal canino, el escaramujo o agabanza que el catalán dice cirereta de pastor -cerecita-, el aragonés gabardera , el gallego silva mach a o el alistano ababancera , frutos que media España llamó de siempre tapaculos . Un tesoro, digo, pues por el litro de rosa mosqueta se pagan hoy hasta 1000 euros. Y como la agabanza (con la que aún se hace collares alguna niña de pueblo) es un bien mostrenco en sebes y baldíos, a su cosecha puede acudir cualquiera con tacto y sin miedo a espinarse (su espina sólo hace mal daño a las caballerías que pasan meses sin cicratizar el arañazo, nos insistía Paulino el Manco subiendo con su yegua al puerto de Sancenas donde el 10 se septiembre le evocaremos; y a mayores, en Genicera).
Cuando de guaje vendimiábamos las abundantes sebes de las Eras de Renueva, había tres objetivos: moras de zarza (lo preferente), majolinos de espino mayoral o majuelo y tapaculos de rosal a los que, ya muy maduros, se les aprieta la panza y brindan un chorrete rojo que sabe a gloria agridulce sobrándole vitamina C. En la II Guerra Mundial, sin llegar naranjas a Inglaterra, mandaban a los críos a recogerlos, pues valen además para jaleas, infusiones y muchos usos medicinales (el agua de cocerlos la bebían en Zamora por ser un astringente drástico que permite al poco cagar duro -de ahí tapaculos-, haciendo verdad el refrán: Pegar fuerte, cagar duro y mear claro son señales de hombre sano ). Así pues, venga aquí un poco de nostalgia y dígase ¡gloria al tapaculos!