Diario de León

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Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se emplean las historias.

Son palabras de Alessandro Baricco, que ayer recogía en León el premio Leteo.

Alessandro Baricco, para quien todavía no lo conozca a estas alturas, es un escritor italiano. Detesta conceder entrevistas. Tiene el don de la timidez. Y escribe historias que no siempre son novelas ni cuentos, como Seda , y se balancean entre la realidad y los sueños.

Baricco, que en los años noventa hacía televisión en Italia, estudio Filosofía y piano y coqueteó con la crítica musical, comenzó imaginando historias con títulos tan sugerentes (en castellano) como Tierras de Cristal y Océano Mar , o el monólogo teatral Novecento. Y en 1996 dio la campanada. Seda , que no es ni una novela, ni un cuento, sino una historia, cuajó entre los lectores de medio mundo y lo convirtió en autor de un longseller , que en inglés viene a significar ‘libro que se vende bien a lo largo del tiempo’.

Todos los que escribimos novelas o cuentos, y nos imaginamos historias, queremos que nuestros libros se vendan bien a lo largo del tiempo. Que lleguen a lectores de distintas generaciones. Que queden anclados en el canon de una época y hablen por nosotros cuando hayamos muerto. Es el verdadero don de la eternidad.

Y Baricco, como un alquimista moderno, dio con la fórmula correcta. Seda es la historia, no la novela ni el cuento, de un comerciante francés, Hervé Joncour, que viaja a Japón en una época en que el archipiélago todavía vivía de espaldas a Occidente en busca de gusanos de seda para la industria textil de su pueblo.

Lacónica. Sutil. Concisa. Poética. Onírica. Todo eso se ha escrito de Seda ; una historia de amor disfrazada de libro de viajes, una fábula oriental, un destello que ciega.

Pero la obra de Baricco, como ocurre con los buenos escritores, no genera consensos. Hay a quien no le gusta su sencillez, que se desvele por las formas, que sus narradores sean imposibles, sus ambientes irreales y sus personajes se acerquen a los mitos. Son esa gente que etiqueta, que siempre le pone nombre a las cosas. Quizá porque nunca han sabido qué hacer cuando tienen entre las manos algo que no es ni un cuento, ni una novela, sino una buena historia. Esta historia.

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