Cuando sopla el gallego
A ver los del fin del mundo con el cambio climático que puso a arder el Teleno, en plan la zarza de Moisés, cómo encajan el giro de acontecimientos que trae entre los dientes Danielle, mitad huracán, mitad borrasca, que va poner las cosas del otoño encima de la mesa. Alivio para los sesenta días con sus sesenta noches de los telediarios apocalípticos, en los que se invitaba a votar a la jarca socialista para que los dioses no se cabrearan más y atizaran el horno estival, sin tener en cuenta el precio del gas, ni del kilovatio, para ventilar la estancia. El último escarceo del cambio climático lo vimos ayer a mediodía ahí, en el chaflán del Bernesga con el valle del Ferral, con un arranque de enajenación de uno que le dio por comprobar qué ocurre cuando juntas el cable rojo de la cerilla y el cable azul de los arbustos en pleno secarral, con un déficit tan acojonante en el puvliómetro que acerca a León al mar de Aral. Ya se puede decir. Este verano, la parrilla de los directos de televisión salió adelante gracias al cambio climático, que forma parte del periodismo de estribillo que se entona con el ritmo machacón del salmo responsorial y salta cual cabritilla libre por otros soportes y púlpitos de tertulianos. Hay que felicitar al que manda llover, porque fue oportuno en las comandas en momentos claves del estío, justo en el momento en el que se marchaba de mano la hoguera, y las llamas iban a esperar al siguiente sestil para alcanzar los treinta metros, y ser olas que mecían este titanic que no lleva a ningún puerto, con ese rocío de la descarga tormentosa que asegura un par de días libres a las brigadas del mono bicolor y el aroma evocador que deja el preticor a la puerta de la oficina. Sería buena una quedada el próximo domingo a eso del amanecer, en una de las colinas churruscadas por el holoceno del laboratorio de ideas de Guille Puertas, a recibir de cara la primera brisa que anuncia la lluvia, ese golpe de aire húmedo que empapa los surcos de las mejillas sedientas, áridas de tanta doctrina ideológica y el rosario de los misterios gozosos sobre si los dioses las prefieren comunistas antes que del partido liberal. A fenómenos como Danielle siempre se les identificó en León porque soplaba el gallego. Viento preñado de lluvia, que ahora viene a anegar las quitameriendas de Pedro Sánchez.