Agitando banderas
Agotados o huecos los credos políticos y las verdades de partido, ¿de qué ideario, pasión o programa suele echar mano la desorientada gente política de aquí, de Lima o de Sebastopol?... De lo local, de «lo nuestro». Siempre funciona. La grada aplaude que le exciten los sentimientos de patria o nación prometiéndole ser dueños de los dineros y del «ahí me las den todas». Buey suelto bien se lame. Y así se llegó al América Primero del trumpismo que, copia que te copia, aquí lanzan como León First proponiendo «cazurreidad, no cazurrismo», dicen. Lo insólito, sin embargo, es que todo el arco político cazurro, del ultravox al ultramorado, use ahora el perfume del terruño, el de viejos reinos y diferencias demostrando unos la necesidad de secesión del yugo autonómico y otros la pataleta de galería. Tan insólito como que ninguna sigla se atreva ahora a no ir de leonesista indignado o, al menos, de algo leonesista de la leonesidad leonil y rugiente, como sublevada. Viendo que ya se les abollaron sus viejas verdades de derechas o de izquierdas o de centros difusos con las que antes comulgaban sus parroquias, no hay político que hoy no chupe bandera y luzca agravios o cicatrices. Eso les funciona. Fácil de sublevar es todo pueblo huérfano de fuerzas y de identidad contentado aquí con oír que sus abuelos nacieron de la pata trasera del caballo de Alfonso VI y que no son ricos como debieran porque el vecino o el Estado le roban, teniendo una riqueza histórica de muchísima realeza, fueros fósiles, un patrimonio gigantesco y una lengua inventada a la carrera para que los otros no le entiendan. En fin, más vale León solo que mal acompañado, insisten. Lemas así engrasan el voto del descontento y las iras de acera. Pero lo que da una infinita pereza son los tantísimos años que costaría una secesión soportando la misma cantinela sin atajar la pobreza y la despoblación. O saber que la gran mayoría de las quejas y denuncias ante el Procurador del Común de León lo son contra administraciones leonesas, no autonómicas. Y eso sólo revela que el verdadero enemigo está dentro.