El teatrillo de la Moncloa
Visto y escuchado el encuentro con el presidente del Gobierno y las preguntas —¡qué preguntas¡— formuladas por cinco de los cincuenta ciudadanos seleccionados para acudir a La Moncloa surge una duda: ¿no habrá nadie en el entorno de Pedro Sánchez capaz de decirle que por la falta de espontaneidad de las preguntas y por lo alejadas de los verdaderos problemas que tiene planteados España, el acto resultó patético? Con la inflación por encima del 10% los salarios prácticamente congelados y disparados como están los precios de todo: desde la luz a los carburantes, la cesta de la compra, las viviendas, las hipotecas o los libros escolares y demás material escolar, ¿de verdad cree Sánchez que la obesidad infantil es uno de los problemas que en estos momentos roba el sueño a los españoles? Conviene aclarar que el formato del encuentro y las preguntas de los visitantes fueron elegidas previamente. Cabe suponer que entre otras que probablemente sí incidían en los problemas que preocupan al país en este arranque de la cuesta de septiembre que va camino de anticiparse a la cuesta de enero.
Teniendo como tenían delante al responsable —único responsable— del cambio de política respecto del Sahara que ha traído como consecuencia las represalias de Argelia que afectan al precio del gas —lo que nos obliga a importar gas de los EE.UU. a un precio más elevado—, a ninguno de los visitantes se le ocurrió —o permitió— preguntar por el volantazo a la favor de Marruecos. Tampoco hubo preguntas acerca de las recetas económicas del Gobierno que no consiguen reducir el paro. Volvemos a rozar los tres millones de desempleados de los que gran parte son jóvenes de menos 25 años: el 34,1% entre los hombres y el 35,6% entre las mujeres —la media en la UE es del 16,5%—, pero en boca de las dos jóvenes que peguntaron su mayor preocupación era el cambio climático. Ya digo que hemos asistido a una puesta escena que bajo una apariencia de espontaneidad las preguntas de los asistentes delataban la mano de los guionistas.
Un formato cómodo y sin posibilidad de réplica que le permitió a Sánchez reiterar alguno de sus sofismas. Por ejemplo que la inflación desbocada de los precios de todo es culpa de la guerra de Ucrania, cuando todos —menos los visitantes de La Moncloa— sabemos que antes de que Putin decidiera invadir aquel país en España los precios de la energía ya estaban subiendo y la inflación en el mes de febrero era de 7,6% %. Ahora está en el 10,4%. Hoy en día con la pluralidad de medios de información que hay solo se engaña a quien se deja engañar o se presta a esta clase de teatro.