El pisotón de Hristo
De todas las banderas arrumbadas en el fondo del baúl de los fracasos políticos, nos ha tenido que rescatar del verano la reivindicación de la Facultad de Medicina. No había otra para bailar. La reedición de la demanda, acartonada hasta convertirse en uno de esos objetos vintage que sobraban en la casa de la abuela y ahora hacen fortuna en los bares retromodernos , nos encerró en el bucle temporal que se abre al paso de cada vuelta al cole para que perdamos pie en la consciencia del año en que estamos. Hasta apareció Hristo Stoichkov por la ciudad para acrecentar la sensación de regresión a un vórtice en el que rememorar en blanco y negro la pancarta a la que se agarraron los agentes profesionales, políticos, sociales y empresariales, al tiempo que en la final de la Supercopa de España el rebelde futbolista del Barça le daba un pisotón a Urízar Azpitarte. Aunque la sanción fue mayor para el búlgaro, condenado a 6 meses sin jugar, mientras que quienes traicionaron la defensa del proyecto, al que se fiaba este futuro universitario en el que nos hallamos en este momento, se aprestan a atizar el rescoldo de la movilización sin haberse movido de los sillones pensionados con fondos públicos.
El déjà vu , la sensación de que ya hemos vivido esto que se nos viene, nos sorprende en un ida y vuelta en el que los mismos que tremolaron el pendón de la necesidad de la Facultad de Medicina y luego lo abandonaron reclaman la primera fila en la capitalización de méritos. La propina de la Junta, que acalló la reivindicación con la conversión del hospital en universitario, y la ausencia de una respuesta del Gobierno hizo olvidar los estudios que alertaban de la falta de facultativos en el medio y largo plazo. Aunque todo quedaba muy lejos para la visión de quienes trabajan con horizontes a cuatro años, sin entender que no se puede improvisar la formación de un médico, como si fuera un bedel o hasta un periodista, no se lo niego yo, sino que necesita 10 años para alcanzar la especialización necesaria. El vaticinio se ha cumplido. El sistema presenta un déficit que amenaza su quiebra. León vuelve a colocarse en el escaparate para exigir que la Universidad oferte el grado, reforzado por el resto de estudios de Ciencias de la Salud. Pero esto ya lo vivimos otra vez. Por si fuera poco, entramos en curso electoral. Se nos va a hacer más largo que a Suárez-Quiñones el verano.