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Ha sido este verano, y no sé hasta cuándo, tiempo de calores y corbatas. Mira que ha dado de sí la prenda que, a pesar de sus muchas bonanzas estéticas, según cuentan y no contradigo, no es de mi especial predilección. Pero se ha escrito tanto sobre ella —más bien, a cuenta o como disculpa de—, que la han convertido en verdadera arma arrojadiza, lo que debería preocupar igualmente a los del sector textil, que podrían ser englobados —y hablo de forma metafórica, claro— entre los fabricantes de armamento de apoyo. Y es que hay guerras —cuánto me recuerda a Gila— que se basan en declaraciones, chistes malos, toneladas de tonterías, implicaciones mediáticas y partidistas, cerbatanas con guisanates, ataques invernales en calzoncillos ligeros, campañas veraniegas con cuellos de camisa almidonados, alfileres que quieren convertir en lanzas y ahogos marinos en vasos demediados de agua. Y mucho más, por supuesto. Añada cada cual su propia teoría.

Dicho de otra forma, más directa. Cualquier asunto, por nimio y trivial que sea, se convierte en relato político. Hasta las romerías de santos y patronas se convierten en relato político, con la reverencia silenciosa de una iglesia que hace guiños melosos. Nada más cansino para la ciudadanía, según se constata en los anales del vivir diario, y más perjudicial para el sistema, cuyas coordenadas han de estar en la búsqueda de soluciones, más en tiempos difíciles, fuera del esperpento y la gilipollez. Supongo que a este paso los partidos, si no lo tienen diseñado ya —los hechos parecen confirmarlo—, pronto crearán el Departamento de Atizadores y Garrotazos, vinculados al de Actividades Deportivas, por ser tal actividad uno de los deportes nacionales más en auge, si no el más. Y además muy aburrido, aunque permanentemente televisado.

Conservo poquísimas corbatas. Una me la trajo Pepe Estrada de Tel Aviv en sus andanzas deportivas. Y ahora que lo pienso —perdón, Pepe—, la utilizaré poco. Menos. Es de temer la sofisticada inteligencia israelí. Sería de chiste morir ahogado por una corbata accionada a distancia. A saber dónde están las aristas que las controlan. Uno empieza a estar agobiado por tantos misterios. Y por el calor.