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Hablemos de pecados menores. He pasado unos días de rodríguez, que se decía antes. «Pero Aguirre, eso no se cuenta, pueden entrarle los cacos». Ya no lo estoy, y sé imitar los ladridos de un perro. Además, en mi casa el único objeto de valor que hay es nuestra foto de boda, y la tenemos con marco de Ikea. En estos días de rodríguez no he parado de pecar. «Ay, el sexto mandamiento», me diría doña Mae West. Alto ahí, solo he abusado de helado del chocolate. Si no puedes vencer a tu enemigo únete a él. Tampoco con gula desmedida, he repetido la repetición. Ni siquiera he comprado, solo repartí de otra manera mis postres Ñam. Otros echan de menos dándole a la langosta. Lo confieso: me gusta el helado barato de chocolate con trozos. Aunque no todo ha sido pecar, he aprovechado para ver de nuevo en casa una película rusa muy buena, de cinco horas; a mi mujer le gustó mucho la primera vez, pero para esta segunda me sugirió que esperase a cuando ella no estuviese o que llamase al ectoplasma de Tolstoi. Durante el visionado cayeron tres raciones, lo que no es tanto dado el metraje. Al día siguiente, tocó Woody Allen, Granujas de medio pelo , y como es de duración estándar solo pequé con dos, si bien en copa grande. Mientras escribo nunca como, pero las lecturas me entran mejor con el oro negro, ¿tengo la culpa de que los libros sean largos? Mi mujer desde nuestra foto nupcial me sonreía y lo interpreté como aprobación.

¿Quién no tiene una pequeña perdición gastronómica? Mi lector exlegionario ya habrá sacado pecho: «Cuando la parienta se va al pueblo desayuno, como, meriendo y ceno callines». Ya, pero no crea que el diminutivo engorda menos. En su pecado, al menos, no pique a deshoras.

Por cierto, en la columna anterior les conté que cociné un pisto para un amigo, y que se sorprendió de que en el servicio tuviese El orador , de Platón. Unos días después, en el suyo constaté que tenía El lugar del alma, de un tal Gary Zukav. Ah, la fibra. Ya lo escribió don Antonio:» Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios./ Una de las dos España ha de helarte el corazón». Ahora pueden helárnoslo también los del extranjero. Y para calefacción barata, el chocolate con churros. Un gran pecado menor.

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