Diario de León

Alfonso García

Marea de anglicismos

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Que la lengua es algo vivo que evoluciona, que se adapta y enriquece con los tiempos es no solamente innegable, sino una de sus grandes riquezas. Más, si cabe, la nuestra, que se fortalece en no pocas geografías que aportan diferentes visiones de la realidad y distintas maneras a veces de nombrarla. Esto es un don, una oportunidad lingüística llena de matices.

Y es precisamente aquí donde llega lo chocante. Pareciera que sin referencias, sin encartelamientos y bautizos en inglés no seríamos nadie. Hagan ustedes mismos un recuento. Para ello solo es preciso repasar los periódicos de este verano, pongamos por caso. Apenas hay fiestas, festivales, concentraciones, conciertos, actividades deportivas, encuentros, paradas y una larga lista de enumeraciones que no estén rotuladas en inglés, como si así adquirieran énfasis, importancia y postín, precisamente en un país al que le ha costado rentabilizar académicamente la enseñanza de las lenguas.

Estamos invadidos, colonizados en alguna medida, por lo inglés como moda. No es que servidor tenga nada contra la lengua de Shakespeare. Qué va. Al contrario. Contra ninguna, porque, además de que cuantas más existan más enriquecen la visión del mundo, toda lengua se vincula al pensamiento, la mayor y mejor expresión de nuestra condición. Al margen de que cada cual es muy libre y dueño de sus actos, lo cierto es que tal actitud minusvalora, a mi juicio, nuestra propia lengua, llena de matices y con la más que suficiente flexibilidad para expresarlos con suma precisión. Tenemos la gran suerte de hablar un idioma cuya estructura está alejada de enfoques fijos y rigideces. Cada lengua tiene su momento y su espacio.

Otro asunto, en parecida línea, es el de los topónimos, que, según creo, necesita una revisión. Me refiero a los topónimos de territorios españoles que tienen su propia lengua. ¿Por qué, por ejemplo, ha de decirse en español Sanxenxo, Ourense, Lleida, Alacant, Araba, Gipuzkoa o Bizkaia? Posiblemente sea un caso excepcional en el mundo lingüístico, por no tener una consistencia que la bendiga. ¿No debería entonces decirse New York, Deutschland, France, Firenze…? ¿Será España el único país que prohíbe el uso de los topónimos en español? Las lenguas son patrimonio del pueblo. Cuando hay otros factores que se filtran el deterioro es una de sus opciones posibles.

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