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Toca cerrar el grifo. O bajar el radiador. O apurar el depósito del coche. Toca guerra. Eso dicen, al menos, en la prensa y en los telediarios. Pero resulta llamativo cómo la sociedad da la espalda a una auténtica masacre que ocurre pocas puertas más allá de la nuestra. En Europa ya lo vivimos hace tres décadas. Cuando en los Balcanes salió lo peor del ser humano mientras occidente miraba para otro lado. Ahora, tras un arranque dubitativo y varias semanas de acción decidida proucraniana, las cosas se han ido templando.

En poco tiempo se celebrarán los primeros 20 años del mítico ‘No a la guerra’. Nos hemos aficionado tanto a los aniversarios, que quizás alguno se anime a desempolvar la pancarta. Esta semana, bromeaba sobre el asunto el maestro Luis del Val, que no dudaba en recordar reiteradamente lo céntrica que está la embajada rusa en Madrid, en plena calle Velázquez... Al que seguro que no se le verá es a Luis Tudanca, que sigue soñando cada noche con que vuelve el 36, no sabemos si por pesadillas basadas en tallas o en ausencia de fiebre.

Tampoco se le espera en el funeral de la Mesa por León, que aderezaron sus compañeros de esta provincia —seguro que con su visto bueno— para apaciguar el caudillismo localista del alcalde Diez. La Mesa se enfiló demasiado hacia Madrid, en contra de la norma habitual de la sempiterna ruta por Medina de Rioseco, directita hacia la junta vallisoletana, por lo que no había mejor receta que dejarla morir por inanición.

De todas formas, lo mejor de la semana ha sido eso de que Paradores no quiere hacer competencia a los hoteles locales. Aguardo con ansia el listado con cuántas habitaciones piensa cerrar en cada uno de sus 97 establecimientos —algunos con duplicidad de parador como en Santo Domingo de la Calzada—. Hacen bueno eso de que nos intentan tomar el pelo.

Al final, lo importante es aderezarlo todo con un experto afín. Quizá algo de eso se ha producido con la inoperante y frustrante Mesa por León. O con esos versados en medioambiente que nos pontificaron que un oso había sido víctima de los furtivos. Todo un ejemplo de que la prudencia es una virtud poco practicada.

Eso sí, para prudentes, todos esos comités de Naciones Unidas, Unescos, o vinculados a oenegés que en otras guerras no callan y ahora se han olvidado de decirnos un ‘No a la guerra’.