Allí en lo alto
La Nasa ha logrado desviar la trayectoria de un asteroide, gran logro científico. La sonda lanzada recorrió 11 millones de kilómetros — y allá arriba no hay gasolineras— hasta estrellarse contra el pedrusco y conseguir desviarlo en 32 minutos de su órbita. «Poco tiempo para huir», se me dirá. Algo es algo. «Todos nosotros tenemos la responsabilidad de proteger nuestro planeta de origen. Al fin y al cabo, es el único que tenemos,» ha informado Bill Nelson, administrador de la Nasa. Sí, tres hurras por la Nasa, pero hay que seguir investigando, pues esto ha sido solo una media verónica, que dirían los taurinos. ¡Hay que llegar a los 60 minutos! El día que al cosmos les de por expulsar las piedras del riñón estamos perdidos. Además, lo importante es que esos lanzamientos nuestros no sean tomados como ataque por una civilización remota. Pero dosifiquemos nuestros temores, hoy debe preocuparnos más la puntería de Putin. O la de ese señor de Corea del Norte, de ensayos inquietantes. Y metidos en los miedos locales, a mí me preocupa ir paseando por Ponferrada y toparme con un oso, aunque ya haya comido —él, claro—. Los agentes pidieron a la ciudadanía la máxima precaución, «si bien los osos son animales asustadizos ante la presencia humana», informaba este periódico. No será uno quien discuta con un plantígrado quién está más asustado. Por mi parte, ya tengo la excusa perfecta para hacerme el remolón cuando mi mujer me proponga una ruta dominguera y aún esté recuperándome de la anterior. »¿Y si nos topamos con un oso y la Nasa no nos coge el teléfono?». Todo tiene su lado bueno, aquí abajo.
El líder de Vox ha dado un mitin teniendo detrás suya a un señor disfrazado de Cervantes, pese a que la politización anacrónica del escritor está ya superada. El sabio «justo medio» cervantino nada tiene que ver con ningún extremismo, y menos del presente. Esa pólvora verbal no solo está ya inventada, sino pasada de fecha. Don Miguel bramará allá en lo alto.
Y volviendo al espacio, León despide a dos de nuestros astros más queridos: los gemelos Quiñones. Dejan los conciertos. Estupendos músicos y cantantes, buena gente. La luna seguirá yendo de ronda allí en lo alto, pero ya no será igual sin ellos.