Las ventajas de Sánchez
Ls debates entre Sánchez y Feijóo en el Senado, aparte de ser desiguales por las normas, que benefician al presidente del Gobierno y que el presidente de la cámara aplica con un rigor innecesario, sirven para poco, pero demuestran que la iniciativa la lleva siempre Pedro Sánchez. Un día ataca de forma descarnada al líder del PP y, al siguiente, rebaja y suaviza el tono para que nadie le acuse de violencia verbal, pero, sobre todo, para no romper la negociación por el Poder Judicial. Hoy por hoy, Sánchez necesita mucho más que Feijóo un Poder Judicial favorable a sus intereses. Y tal vez lo necesite aún más en el futuro.
Pero Sánchez, además de ese trato de favor en el Senado, tienen muchas ventajas sobre Feijóo. Tiene el poder, tiene la maquinaria de la Administración Central del Estado y tiene el Boletín Oficial del Estado. Tiene la mayoría en el Congreso que le permite —aunque sea siempre a cambio de más dinero, más cesiones o más renuncias, y también de ignorar o eludir los informes de organismos como el Consejo de Estado o el Propio Consejo del Poder Judicial— hacer leyes que van a cambiar la sociedad y que será difícil, aunque imprescindible, que el PP se comprometa a cambiarlas si llega al poder como la ley trans, la de secretos oficiales, la del aborto, la de la eutanasia, la de memoria democrática, la reforma educativa, etc. Sánchez tiene, sobre todo, gracias a los fondos europeos y al aumento de la recaudación tributaria, mucho más dinero que ningún otro Gobierno de la democracia, que puede gastar tratando de reducir desigualdades, pero sobre todo «regando» a colectivos que son potenciales votantes.
Sánchez tiene la ventaja de que puede presentar unos Presupuestos inviables, como han criticado la Airef y el Banco de España, hinchando los ingresos, y aumentando desmesuradamente el gasto público —también la deuda y el déficit— hasta finales de 2023, con la excusa de ayudar a los más desfavorecidos, porque en esa fecha o gana las elecciones y entonces cambiará su política económica o le dejará el muerto al PP, que tendrá que llamar a todos a apretarse el cinturón.
Sánchez tiene el CIS en su mano, las empresas públicas y algunas privadas, con militantes fieles al mando, y puede cambiar, sin negociar con nadie, a quien manda en el Consejo de Estado o en RTVE para asegurarse «la mejor información» en tiempos de crisis.
Sánchez tiene la ventaja de que puede decir una cosa hoy y otra mañana sin sonrojarse; de que sus barones no se atreven, con leves excepciones a moverse, salvo cuando ven peligrar su futuro; de que los viejos líderes no van a decir nada en su contra para no dañar al PSOE; de que los sindicatos están callados y dóciles para no perder sus privilegios ni dañar el futuro de la izquierda; de que sus socios de gobierno y de investidura saben que no pueden tener un mejor escenario y que con un Gobierno de derechas todo sería peor para ellos —con la excepción del PNV que sabrá virar para seguir gozando del favor del poder—; de pactar con los independentistas catalanes para que no se cumplan las sentencias de los tribunales; de romper con Argelia y dar a Marruecos todo el poder, incluso poniendo en riesgo Ceuta y Melilla; de expulsar ilegalmente a migrantes cuando antes defendían lo contrario; de que los empresarios piensan más en pelearse entre ellos que en influir en el poder político con datos, propuestas y compromisos.
¿Y qué tiene Feijóo? Además de intervenir con inteligencia, y no al pie de lo que le marque Sánchez, en los foros políticos, el PP necesita algo más: un proyecto de país contra la crisis, que debería ser compartido con muchos más, un compromiso concreto para luchar contra la degradación creciente de las instituciones y una estrategia inteligente contra las inmensas ventajas de Pedro Sánchez. De momento, gana Sánchez.