La mitad
Imagínense un lugar del mundo en el que la mujer, sólo por el hecho de serlo, ‘valga’ la mitad que un hombre. Un lugar en el que una mujer recibe la mitad de herencia que sus hermanos varones, donde atropellarlar supone la mitad de indemnización que llevarse por delante a un hombre, un país en el que el testimonio de ella vale la mitad que el de èl en un juzgado. En el que si te divorcias no puedes alquilar un lugar en el que vivir si eres la parte ‘débil’, en el que no puedes viajar sola sin el permiso de tu marido, en el que todo esto es una pesadilla, pero una pesadilla real como la vida misma.
Pues bien, este lugar existe y se llama Irán.
Como todo lo que no forma parte de nuestro día a día más directo, nos suena un poco a chino, pero esto también está pasando no tan lejos de la misma puerta de nuestra casa.
En Irán las mujeres viven aterrorizadas bajo el yugo de una sociedad no sólo machista, sino pasada de rosca, obsoleta, triste y absurda.
Y todo bajo la excusa de la moral. Me da la risa la palabra porque nunca he tenido muy claro su significado. ¿De qué moral hablan? Moral, ¿de quién? Porque intuyo que hay muchos tipos de moral, pero si a lo que se refieren es de la moral que prohíbe a las mujeres y a las niñas enseñar un mechón de pelo en público, por ejemplo, entonces el problema no tiene nada que ver con ellas.
Porque, déjenme que les diga algo: cuando se censura la libertad, en cualquiera de sus formas, lo que queda claro es que el que da la orden está muerto de miedo y por eso intenta aplastar a la parte más fuerte porque sabe que, de lo contrario, él mismo quedará en segundo plano.
Es miedo lo que tienen los que mandan en Irán y también lo tienen los que obedecen, pero un miedo muy diferente. No es lo mismo tener la sartén por el mango que no tenerla.
Hasta que la tortilla se dé la vuelta.
Y si es verdad que evolucionamos como sociedad de alguna manera esta realidad también cambiará. A mejor. Tiene que hacerlo, Y no se crean, que esto de lo que hablo no es algo ajeno, porque también sucede aquí mismo. De una forma más sutil, pero sucede. Todos los días. No podemos conformarnos con la mitad. No sería justo.