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Los populares leoneses no levantan cabeza pero hay que reconocer que inyectan pasión al cotarro: el liderazgo admitido a trámite tiene una enorme emoción: la de ver quién pagará al final las costas. El mensaje, pague quien pague, es un rompan filas a la militancia, más que de libro, de antología.

Las guerras intestinas y subterráneas entre los socialistas de la provincia no le van a la zaga: los rifirrafes entre el mandamás de la mayor agrupación local y el cabecilla provincial están socavando minuciosamente la credibilidad de ambos. Es lo mismo que decir la del partido.

De la unidad pendiente de fallo en los tribunales del PP de Javier Santiago Vélez a la unidad por defecto del PSOE de Cendón y Diez, Diez y Cendón, que monta tanto, de verdad que uno no sabría con cuál quedarse para hacer una columna irónica, así que mucho menos para intentar una seria. A bote pronto me parece obvio que los dos principales partidos nacionales, en nuestra provincia, a tiro de piedra de varios procesos electorales, están perfectamente descabezados. Los líderes se eligen por aclamación. Cuando lo que en un congreso se aclama es la unidad, lo que sale de él nunca es un líder verdadero, sino un mal menor.

La UPL todavía está pagando el pecado de optar por el continuismo en su último congreso, cuando los leonesistas tuvieron el gol de oro a tiro en las autonómicas. Cometieron el inmenso error de no cambiar caras, renovar el plantel, presentar un combinado de nuevos rostros y notables valedores de la cultura y otros ámbitos que les apoyasen. Casi seguro que este será el último mandato de sus dos dirigentes, Luis Mariano Santos y Eduardo López Sendino, que primero se presentaron en solitario a la reelección y a los que de inmediato les surgió oposición interna hasta fuera de su formación, con la intención de hacer de la defensa de lo leonés materia transversal compatible con siglas nacionales. Se quedó en un amago la cosa, pero con la sensación de que se libraron in extremis cuando a la fiesta se unió la traición en la Diputación. Ahora pinta incluso peor, con la operación inversa de multiplicar las formaciones leonesistas con matiz ideológico para dispersar aún más el voto por la tierra chica. Esa jugada ya se intentó en otras ocasiones y fracasó. Aquí no aprende ni Dios.