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Los que han de comer gusanos ya no se ven muy cristianos si con daño colateral almuerzan en hospital unos bichitos marranos que van ahí como granos... o proteína animal.

Los que ya calzamos edad provecta comimos legumbres con bicho en los años de la piojera (las lentejas eran su principal querencia) y, ya que no nos mataron, constituyeron seguramente una propina vitamínica reconquistada ahora que nos proponen introducir masivamente insectos en la dieta humana como alternativa al déficit mundial de alimentos. Quiere decirse que en ese asunto de los gusanos en la sopa hospitalaria del personal sanitario no escandaliza tanto el bicho (en medio millón de comidas que da al día esta firma no deja de ser algo excepcional o anecdótico) como el hecho de seguir siendo la misma empresa que años atrás ya propinaba gusanitos (con lo que les pirran a los guajes) en comidas escolares, resolviendo aquello esta Junta con una multilla de aliño y «hasta la vista, Bautista» (el bautizador). El escándalo paisano viene más bien recrecido por la realidad negocianta que late ahí siendo una empresa lejana (catalana) la que se lleva el gato al agua, el bicho a la sopa y el dividendo a la buchaca... si es que sigue siendo catalana, pues la realidad es que el capital mayoritario de la concesionaria «Serunión» lo controla el grupo francés «Elior», viajando así nuestros dineros tras saltar los Pirineos a la Ciudad de la Luz... y de las sombras... o viajando las peras leridanas (los catalanes arriman ahí de lo suyo más que nada) a los comedores escolares del Bierzo, siendo tan bercianas ¡las peras de Dios!, que diría Pereira. Lo que lleva a concluir que sería conveniente, si no obligado, reimplantar la cocina escolar u hospitalaria y si ello resultara algo más caro, considérese que le vendría muy bien (y hoy más) al empleo local, a la industria alimentaria autóctona y a los productos de cercanía, lográndose de este modo que la ganancia no vuele de aquí a pénjamos o monopolios. Plantéense y estudien esta alternativa o cualquiera podrá pensar que aquí hay morcilla, dígase mondongo.