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Estamos tardando en admitirlo: nuestra democracia está en guerra con el machismo. Y mal podremos ganar si no lo admitimos. ¿Cuántas mujeres más ha de ser asesinadas, muchas de ellas junto a sus hijos? Hay algo esencial que no se está explicando sobre la violencia machista. Los ciudadanos seguimos sin saber el porqué de tan monstruosa violencia. Urgen explicaciones científicas, además de las cifras del horror. No abogo por comprender las razones del asesino, que no las tiene, sino por conocer sus mecanismos mentales. No basta con condenar el machismo, para su erradicación debemos comprenderlo desde su irracionalidad. Estudiarlo. Es necesaria una investigación interdisciplinar que nos descubra por qué alguien mata a quienes antes amó —¿los amó realmente alguna vez—. Leemos las noticias, escuchamos las condenas, asistimos solidarios a los minutos de silencio… pero muchos seguimos sin conocer cómo se desarrolla ese proceso de envilecimiento hasta lo monstruoso. Sin entender el odio del monstruo no se pueden desarrollar mecanismos eficaces que frenen sus acciones antes de ser cometidas. ¿Cuándo hemos de considerar inadmisible la estadística del horror? Un solo asesinato machista es mucho. Cabe aquí recordar el final de la novela Sin novedad en el frente , cuando la guerra ha terminado y el soldado protagonista está haciendo guardia rutinaria, y una bala perdida acaba con su vida. Pese a ello, a efectos estadísticos había sido una noche tranquila, por eso en el parte se limitaron a poner: «Sin novedad en el frente». Pero una sola víctima ya son muchas.

Durante años se nos inculcó que los crímenes más sangrientos eran cometidos por celos entre homosexuales. Está claro que no es así, que se trataba de otra manipulación. En fin, antes a la violencia machista se la llamaba crimen pasional. Vivimos en una incultura de la violencia, está por todas partes. Es nuestro ocio, una estética. Perversa.

La violencia machista es guerra no declarada, y debe ganarse. No podemos llamar democrática a una sociedad donde casi a diario se asesina a una mujer. Para vencerlo, debemos entender la mente del enemigo, su maldad. En Irán las mujeres ya se han rebelado, en España pueden no tardar ya mucho en hacerlo.