¡Isidorus, no jodas!

Mientras te venga un otoño y no dejes de avistar veranos, tú tendrás siempre en el horno de la imprenta un nuevo libro, y no sólo de jurisprudencias o reflexión, obligándote cada otoño a uno breve de poemas, así que no nos vengas con quejumbres, Isidorus, diciéndonos en esta cariñosa dedicatoria que será -¡ay!- el último. Así le dijo un escéptico Sócrates a Isidoro Álvarez Sacristán, que se acercó al corrillo anteayer para brindarnos su nuevo poemario otoñal, «Cuando la piedra se llama luz». Y mientras tejíamos con él un mantelillo de diretes y novedades celebrando la fina ironía que le es norma, Sócrates le iba metiendo ojo al libro aquí y allá como haciendo catas. Y nosotros, a lo nuestro, a celebrar el placer de la conversa con un juez retirado que es un juez rara avis por ser poeta y culto, leído y escribiendo sin cesar, magistral en su oficio y atento a lo que pasa, aunque ahora quizá menos a lo de afuera que a lo de adentro, que es por donde van las procesiones y las penitencias. Además es un hombre pegado de amores a su tierra y eso le da un puntazo de lealtad paisana (hace mucho hablaba ya de la «leonesidad» que ahora le plagia el leonesista diferencial en este guirigay identitario). Y bromeando le espetó Otavito a lo bruto: Eh, rapaz, que aún tienes que tardar lo tuyo y más en morir; Isidorus, no me jodas, ¿a qué viene ese derrote?, ¿cuándo tuviste mejor la cabeza con tanto bullir y claridades y tanto que contar y cantar?... pues eso, a la tarea, y a vivirla; este tribunal desestima tus lamentos; y quede visto para sentencia lo que apelas en este último libro. Y en esto vino Sócrates pidiendo vez: Isidorus, me gusta lo que dices aquí: Una vez que te sientas en la vida, aparecen las visiones de la eternidad como si estuvieras a la espera de una tradición y acaso te sinceras con tus congéneres y les explicas cómo ha sido tu relación con ellos para pasar luego a predicar a los oyentes que has sido generoso, que no congenias con los odios, que estás mejorando tus silencios o que serán siempre tus hermanos. Resumido: ¿ves cómo aún tienes que e