Aguas sediciosas de León (II)
Le cogieron gusto al pino. Basta con dedicar un rato de esta triste vida a contar los camiones que sacan de León; la atalaya esa del trébol de Santas Martas es buen sitio; se multiplica por treinta, se le añade tres ceros a la cifra final y ahí está, traducido a kilos, el volumen del saqueo. Luego, ya, si se quieren detalles, en atención al cliente en medio ambiente lo pasan a metros cúbicos. Por teléfono; no presencial. Les pirran los pinos, pero vinieron a por el agua. El agua, que apaga sed y salpica el polvo del camino que levanta el trote cochinero de la plaga que recorre el territorio. El agua que baja amotinada entre solanas y abesedos, y sale airosa entre los resquicios de la senda del reguero, mientras levanta un tobogán entre piedras y el pie de robles que le salen al paso. La insurrección del agua, en ese alboroto que anuncian a lo lejos los tumultos que no servirán más que para dar rienda suelta a una rebelión imposible. El agua es espejo de la gente de León. Llega un momento, cuando hay que dar la vuelta a la pirámide poblacional igual que un reloj de arena, que no se sabe sin son hectómetros o riadas de gente obligadas al paso pecuario de la salida, al carrusel del tiempo en esa secuencia que se repite desde cuarenta años a esta parte del estado autonómico del éxito. Hay pueblos condenados a hozar mares; y hay pueblos tocados por la mano divina del poder para caminar sobre ellos. Lo mismo abren un canal en Galleguillos que revientan los vasos capilares de los manantiales que vomitaban agua por las crestas de la Tercia. Las aguas sediciosas de León dan a diestra y siniestra; llenan balsas y polígonos de Castilla y los cálculos del sobrante de Asturias, que ya tiene un plan para hacer euros los litros que caen por la cascada del sorteo extraordinario del ferrocarril. Y el Gobierno, como quien ve llover. Lo que ha hecho hasta ahora el ministerio promotor de esta infamia es lo mismo que va a anunciar hoy la ministra del ramo sobre la embestida, que consolida el papel sumiso de los pueblos para abrir las aguas y dejar pasar el tren atravesado por Trobajo. Hay que salvar a Barbón, a toda costa. Como que León no tuviera bastante con alimentar y saciar la sed del conde de Nottingham de villa niebla, que ahora se queja del arbitraje. Como las grupies del Madrid.