La crisis que llega
«Ya nos ha pasado de todo, aunque cualquier cosa puede sucedernos aún en el futuro». La frase sale de la boca de un alto cargo del PSOE. Ciertamente, estas semanas han sido de vértigo para el socialismo. El suma y sigue de imágenes del asalto a la valla de Melilla el pasado 24 de junio está siendo complicado de gestionar —y gestionado, de hecho, de modo discutible—, cuyo corolario, al menos por ahora, ha sido por parte de Pedro Sánchez sostener a Fernando Grande-Marlaska. Muy seguro se siente el ministro del Interior. Tengo para mí que debería tentarse la ropa.
Por algo al presidente del Gobierno le atribuyen una crueldad infinita para sacrificar a los suyos en función de sus intereses. Ya lo hizo con cercanos colaboradores. ¿Qué fue de Carmen Calvo o José Luis Ábalos? ¿Quién recuerda a Iván Redondo? Todo puede pasar, aunque sea a medio plazo. El motivo, más allá de la necesidad innata de cualquier líder por marcar sus tiempos, es la puntual remodelación gubernamental (allá por marzo o abril) para dar salida a ministros que compitan en las municipales. Reyes Maroto ya está confirmada en Madrid, pero aún faltan otros nombres. Sánchez ha hecho fuerte a Marlaska y del mismo modo puede darle el pasaporte. Todos lo saben.
Entre bambalinas, La Moncloa se ha ido dejando abiertas salidas, han blindado a Sánchez de quedar a la intemperie y han encapsulado la crisis a Interior. «Todo está en manos del ministro», recalcan desde el equipo presidencial por si de manera inminente deben afrontar otra avería. «La obligación de Marlaska es despejar cualquier duda», admiten cuadros intermedios del PSOE, esos mismos que han aprendido de sus jefes jugar a la demagogia con las personas que huyen del hambre en nuestra frontera del sur. Y ello conecta con el mar de fondo desatado en el ala socialista con la otra pata de la coalición, Unidas Podemos, tras lanzarse a criticar a Marlaska por vulnerar los derechos humanos.
«Qué se preparen», avisa enrabietada el ala socialista ante la munición regalada al PP por los socios morados justo cuando creían recobrar el pulso frente a Alberto Núñez Feijóo. Con este escenario, pocos ponen en duda que el chamuscado titular del Interior es una rémora electoral. Por méritos propios, día a día, Grande-Marlaska se ha vuelto una figura perjudicial, convirtiéndose en un problema al que más de uno en Ferraz mira con preocupación. Más aún si se les abre la vía de agua de la comisión de investigación en el Congreso. Palabras mayores.