Diario de León

Antonio Manilla

El mundial de Catar

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Hoy vamos a hablar de fútbol. Quien no haya probado alguno de los sistemas para piratear las retransmisiones en pago por visión, que tire la primera piedra. No vale, claro, si se es inmune a las emociones del balompié. Que, por haber, hasta hay quienes año tras año sacan el abono para el Reino de León confiando en ver en esta vida un ascenso de la Cultural. A uno, antes, le parecía extraño que los destinos del equipo los rigiera un hombre del baloncesto, pero desde que los asturianos de Gijón eligieron a una alcaldesa de Oviedo ya hay pocas cosas que me sorprendan de verdad. Las vías que corta al tráfico o pinta de verde chillón el alcalde están ahí-ahí, pero, como a todo se acostumbra el cuerpo, ahora como que nada: al revés, pasa un mes sin una momificación de calle o la adquisición de tropecientas cámaras para multar a despistados y como que no soy yo, siento una carencia interior, me asaltan miedos e inseguridades igual que si fuera el letrista de una banda Indie. Hay quien se obsesiona con comer cosas con cara, aunque sean ancas de rana, y quien nada más usa marcas caras como esa de la manzana que mordió un rucio. Cada manía enmascara una chifladura íntima, y el que no tenga ninguna que se lo haga mirar. A mí ya hasta me alegra que estemos dirigidos por gentes que van de frente con sus rarezas. Siempre se sabe a qué atenerse con ellos.

Porque —y regreso al tema anunciado— como este año el mundial masculino cae en pleno invierno y se juega en un clima desértico subtropical uno no sabe si los dirigentes lo han hecho por la pasta, por descolocar al personal o para rematar este ciclo de anormalidades que padecemos en los últimos tiempos con unos fuegos artificiales. A la pandemia, danas, olas de calor extremo y el volcán de la Palma se unen en cuatro días futbolistas de élite deshidratados y la interrupción de todas las ligas. Y en un país cuya ideología de género no es que le impida tener un ministerio de Igualdad, sino que las mujeres tienen recortadas sus libertades elementales. No sigo, que los cataríes tienen tentáculos aquí y en el partido del centenario de la Cultural fue expulsado del estadio un probo joven leonés simplemente por enarbolar una pancarta que preguntaba: «¿Dónde están los derechos humanos en Qatar?».

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