Ortografía municipal
«Los devastadores efectos de la ESO han llegado a las fábricas». La frase no es mía, que, seguramente, nunca la firmaría, que doctores tiene la santa madre… y razones de diverso origen asientan la base de la afirmación. La frase me llega, repetida y difundida sin límites, en diversos mensajes, desde distintos emisores, acompañada de imágenes para testificar errores ortográficos notorios amparados bajo las siglas de distintas municipalidades.
Cuatro han llegado a este destino. Vamos por orden.
El primero es de La Carolina (Jaén). Quedan pocas dudas, a pesar de todo: «Alluntamiento La Carolina-Saneamiento», se lee en una tapa de saneamiento de hierro fundido. Redonda y oronda. El león rampante en el centro indica claramente el origen, aunque se hace referencia explícita en esta del «Alunbrado. León». También es del «Alumbrado Pubico» la del «Ayuntamiento de Zaragoza», que se acerca más al pubis que a lo público, acaso por una distracción traicionera llegada de los adentros, aunque en ambos casos no habría tildes en la fundición. Una cuarta, y de momento última imagen recibida con testimonios de este cariz es del «Ayuntamiento Rincón de la Victoria», y la zona entoldada en azul hace referencia al «Área de Medio Ambiente y Plallas».
Hasta aquí la ejemplificación. Cada cual puede sacar sus conclusiones. Uno advierte que ha habido, y se supone que sigue habiendo muchos negacionistas ortográficos, lo que nos podría llevar a una deriva de consecuencias desastrosas, entre ellas no pocas dificultades de entendimiento. De momento me quedo con la afirmación de Theodor Kallifatides cuando afirma que «las palabras no son símbolos. No designan cosas. Son cosas». Dicho de otra manera, los alluntamientos no son ayuntamientos ni las plallas son playas…
El hecho saca los colores a los responsables. No otra cosa puede entenderse de la circulación de estos envíos. Ante el deterioro creciente de la lengua, no estaría de más que las administraciones tuviesen un responsable de ortografía, a fin de no mostrar, al menos públicamente, sus carencias. Las administraciones tienen también la obligación de velar por las buenas prácticas de la lengua, patrimonio, sin duda, de la colectividad. La dejadez nunca ha de favorecer el empobrecimiento de ese bien colectivo, cada vez más deteriorado. Un pueblo también se distingue por el cuidado y mimo de la lengua que le pertenece.