¿Usted qué ve aquí?
Más allá de unas alas de mariposa, dos gemelos enfrentados o una polilla de esas con las que preparaba a sus víctimas el asesino de El Silencio de los Corderos , nunca he podido ver nada en el test de Rorschach que delatara una tendencia esquizoide en mi personalidad. No digo que no la tenga. Pero en mi simpleza, las imágenes que atisbo en las manchas que la tinta traza al espurriarse sobre un papel doblado de forma simétrica no encienden ninguna fantasía de animales que se atacan, ni humo que denote mi estancamiento en la etapa oral, ni vaginas ocultas que alerten de problemas psicológicos. Salvo mejor criterio de algún psicoanalista argentino que se ofrezca a contradecirme, me declaro incapaz a sacar conclusiones del método proyectivo fuera de una normalidad aburrida. Quizá por esa necedad no entiendo dónde se oculta el machismo que late bajo la pulsión de la etiqueta de una botella de vino del Bierzo, en la que aparece en primer plato una mujer de espaldas con un bikini salpicado de corazones, mientras observa desde la playa un velero que navega al fondo. ¿Qué ve usted aquí?
El culo que colocan en primer termino quienes denunciaron el cartel de la bodega Almázcara Majara de Molinaseca lo enfoca el discurso contaminado de ingeniería social que promueve el ministerio de Irene Montero, más entretenido en reinterpretar obras de arte que en atender las advertencias de los juristas que alertaban de que la nueva ley reducía la horquilla de las penas de los condenados por agresiones sexuales. No hay nada ofensivo, ni discriminatorio, ni rijoso siquiera en la etiqueta sacada del cuadro de Josep Moscardó que no esté en La maja desnuda de Goya, pero no avisen porque empiezan a recoger firmas para reclamar que se cierre El Prado. No existe nada vejatorio, ni discriminatorio, como han tenido que reconocer desde el Observatorio de la Imagen de las Mujeres. El organismo acumula una labor en favor de la lucha contra el machismo desde 1995, pero se ve empujado ahora por la estrategia de enfrentamiento con la que sus líderes buscan réditos políticos en el extremo, a pesar de que animan en el lado opuesto a los negacionistas de la desigualdad de género. Todo se reduce a una atmósfera emocional en la que no caben las razones, se secuestra el espacio público y se dicta lo que se debe pensar. Entonces verán lo que ellos quieren que vean en sus manchas de tinta.