Diario de León

Antonio Manilla

Si amas, lotería

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Si, como en alguna ocasión hemos escrito, bajo el mágico influjo de la inminencia del sorteo del Gordo, la lotería es un hábito idealista como enamorarse, el corolario evidente es que luego llega el tío Paco con su rebaja, ese golpe de realidad que nos devuelve a la situación de ayer con unos cuantos cuartos menos en la cartera. Ese otro hábito realista de desenamorarse suele coincidir con la infidelidad post-sorteo de comprobar que nuestros décimos no han sido agraciados ni con el consuelo de la pedrea. El desengaño, por atroz que sea, es menos drástico y no nos parte el corazón como ocurre con el amor, que, aunque también tenga algo de juego, siempre deja cicatrices. El desencanto del Gordo es un desencanto previsto, con el que se cuenta de antemano como posibilidad, al revés que el otro, en el que siempre se pone toda el alma en al asador y las decepciones nunca se imaginan y caen del cielo. Cuando nos toca rasgar en dos el boleto desgraciado, a lo sumo, miramos con envidia la felicidad de los otros, premiados o enamorados nuevos, que pasean de su brazo con ese don de la fortuna que los clásicos siempre dijeron que la otorgan los dioses.

Quién sabe si para algunas personas jugar a la lotería una vez al año no sea una forma de jugar al amor, de tentar la suerte del corazón con la posibilidad de quimeras imposibles y paraísos una y mil veces soñados sin ventura. Una manera vicaria de dejar en manos del azar futuros improbables pero posibles. Fiar la existencia solo a lo existente es idéntico a tener una vida sin esperanzas. Sin ilusiones o sueños, todo valle es un valle de lágrimas. Por eso el sorteo de Navidad concita a su alrededor gentes disfrazadas sin la menor vergüenza, exhibiendo sin tapujos toda una panoplia de supersticiones en la pechera, espuma de champanes y besos a desconocidos. La fe del jugador de lotería es la del que piensa que de entre todas las vidas con que se cruza una puede ser su media naranja. Y eso, por los datos de que disponemos, en ocasiones ocurre. Como además esa creencia, cada final de año, se ve reforzada por unas campañas publicitarias que traen consigo, más que historias, ensueños de bonhomía y designios compartidos, cuya inspiración directa es el amor al prójimo, el mensaje está claro: «Si amas, lotería».

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