El fuego de Pereira
Todos los poemas de Antonio Pereira me asaltan en una librería del centro de Madrid donde me he refugiado de la lluvia. Todos sus versos, sus meteoros, como los llamó en la antología donde ya los había reunido en vida, se cuelgan de mis manos cuando abro las páginas de la nueva edición de su poemario completo, que acaba de publicar Siruela.
Me queman sobre todo, los versos de aquel poema que hablaba del fuego de San Telmo, el fenómeno luminiscente que asustaba a los marineros en noches de tormenta. Así que cierro el libro.
Es entonces cuando Pereira, el niño de la Cábila, abre los ojos en la cubierta del libro editado en tapa dura y me mira. Me mira y me incita a abrir otra vez el volumen. El año que viene cumplo cien años y ya no estoy en este mundo, parece que me diga. ¿Qué más te da dedicarle cinco minutos a mis versos en esta tarde de lluvia?
El tráfico está imposible en Madrid. Las aceras del centro son una procesión de paraguas negros y si uno no tiene cuidado enseguida te sacan un ojo y te dejan tuerto. Así que estoy más seguro y más seco al abrigo de la librería, al calor del fuego de San Telmo y la mirada expectante de Pereira, que se sostiene la cabeza con las manos en la cubierta del libro.
Hay un gesto de cansancio en su rostro, como si me dijera, esto es lo que he sido, hasta aquí he llegado. Así que abro el libro de nuevo, toda una vida dedicada a la poesía está en mis manos. Y las palabras que ha escrito Juan Carlos Mestre en el prólogo —‘El otro hilo de la cometa’, lo ha titulado— se enredan en mi cabeza. Suenan las voces de los dos villafranquinos, Pereira y Mestre. Hablan a dúo de la esencia de las cosas, de lo más puro que tenemos, de lo más hondo y lo más oscuro, también de lo más luminoso, como el fenómeno que asustaba a los marineros cuando el mar parecía infinito.
Y así, reducido por las metáforas y las anáforas y los recursos literarios que componen el arsenal poético del maestro, avanzo con paso firme hacia la caja. Saco la cartera, asoma la tarjeta de crédito.
Y entonces todos los cuentos de Pereira, todas las narraciones que escribió a lo largo de su vida, reeditadas por Siruela, me asaltan sin remedio desde la estantería donde sobresale, igual que un barco corsario, el lomo luminoso de otro libro inabarcable.