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D ecíamos ayer … o sea, el año pasado, que hay tres ocasiones en las que este juglar de columnas escribe para sí mismo, y una de ellas es por Nochebuena. Pero si me sale, también habrá sido para usted, pues existe una hermandad que nos une, una pertenencia espiritual común. Puede llamarlo cristianismo, pero también de otras muchas formas. Somos prójimo. ¿Acaso cada uno de nosotros no sabe reír y llorar en cada idioma de la tierra? En fin, no sé si soy perro viejo, pero ya llevo camino de ser viejo perro. El lenguaje nos permite establecer estas sutiles diferencias caninas. Amo la Nochebuena, cada una parecida a las anteriores, en su forma externa; cada una distinta, en su secreto interior y en su milagro, incluso en nuestro fracaso al banalizarla. Amo a mi familia. Amo a mis amigos. Amo a mis padres, que ya no están pero siguen a mi lado. Amo los libros. Amo a los cantantes cuyas canciones me han acompañado durante décadas y aún me acompañan. Amo cine que me ama a mí —gracias, John Ford—. Y, créame, le amo a usted. Y me dejaré amar. Por tanto, pese a los problemas, ¿quién nos lo tiene?, me sentaré en Nochebuena a la mesa y me sentiré bendecido. No soy un ingenuo, tengo un gran sentido de la realidad. Percibo la presencia de múltiples enemigos que nos acechan como sociedad y como civilización. En lo personal, carezco de coraza que me proteja de cualquier ataque, herirme no exige gran puntería. Pero en Nochebuena me sentaré alrededor de la mesa, bajo la sagrada luz de lo sencillo, hermanado a usted por valores universales. En efecto, puede llamarlo cristianismo, pues para mí lo es, pero también puede llamarlo de otras maneras. No importa. Todos nos dejamos amar, o deberíamos dejarnos.

Hoy por la mañana, me estarán preparando para operarme pronto de cataratas. Confío en la medicina, pero si paso a ser culé o a preferir la tortilla de patata sin cebolla cúlpese al cirujano no a mí.

Lector, algún día ya no nos tendremos, pero siempre habrá una Nochebuena, incluso si quienes nos precedan hubiesen dejado de creer en ella. Ya está, un año más, por Nochebuena, he escrito una columna para mí. Y si me ha salido, también lo habrá sido escrita para usted. Feliz noche. Le amo y me dejo amar.